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Guerra sin paz por las vacunas

Produce vómito que la enfermedad -en este caso, la vacunación contra el Covid- se siga utilizando como arma política. Sonroja. Y hasta espanta. Cierto es que las cosas podrían hacerse mejor. O de otra manera. Y eso nadie, con dos dedos de frente, lo discute. Como tampoco se refuta la complejidad que supone diseñar y organizar la planificación de este tipo de acción sanitaria. Entre unas y otras cosas, el asunto no está como para tirar cohetes. Se debería progresar más y mejor

Archivado en: Julio Cayón, vacunas, pandemia, Pedro Sánchez, Ana Sánchez, Covid-19

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Julio Cayón
16/4/2021 - 01:10

Mientras que en diferentes países se procura avanzar en la aplicación de la vacuna -en EEUU se lleva a cabo, incluso, en supermercados, como explicó el actor Miguel Ángel Muñoz, que se la puso con motivo de un viaje de trabajo- aquí, la mayoría, se la coge con papel de fumar y lo critica. Sepulcros blanqueados. Cualquiera que tuviera acceso a la inmunización de una forma legal, se la inyectaría. Habrá excepciones que confirman la regla -que las hay- pero el mundo es así. Y lo demás, postizos y tergiversaciones. Los hipócritas vuelan en bandadas.
Ahora bien, que el PSOE de Castilla y León arremeta contra el gobierno regional de Mañueco a costa de la situación sobrevenida de las vacunas, chirría. Que la secretaria de Organización de los socialistas en la Comunidad, Ana Sánchez, denuncie que se está inoculando a la población sin criterio y que deja a la gente desnortada, ya es demasiado. Es como ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Primero hay que adecentar la casa de cada uno y, después, si hay tiempo, la de los demás.
La primera ineptitud para hacer frente a la enfermedad se confirmó con el Gobierno de España, incapaz de gestionar el avance del virus -lo ‘vestía' a la baja el ínclito Fernando Simón, cuando señalaba que en España no habría más que un par de casos a lo sumo- y lo remató, luego, el propio Pedro Sánchez con su falta de previsión para facilitar el material apropiado -los llamados ‘epis'- al personal sanitario. Y, oiga, al final no pasó nada, a excepción de decenas de muertos entre el colectivo. ¡Qué paradoja! Después, con los fallecidos en cadena, más de lo mismo. En vez de contarlos, se restaban.
Y llegó la hora de las vacunas. La diligencia en su adquisición brilla por su ausencia. Eso sí, hace unas fechas ‘reaparecía' Sánchez ‘el tapado' y explicaba que para últimos de agosto el 70% de la población estaría inoculado. Lo que explique el presidente del Ejecutivo es como el que pretenda comer marisco a precio de boniatos. Pues igual. ¡Qué pena, señoría, qué pena!

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