Ad hominem es un término por el que se aplica a un razonamiento que trata de confundir al adversario, oponiéndole en sus propias opiniones o actos. Cuando en un debate parlamentario, o quizá en una tertulia política, se trata de algún asunto importante para el devenir del país, aquellos que nos representan con motivo de propiciar el mejor devenir del Estado, sacan a la palestra la animadversión que se produce entre unos y los otros
Archivado en: Manu Salamanca, Ad hominem
Manu Salamanca
08/4/2021 - 03:30
Estaríamos asistiendo simple y llanamente a la intervención perfecta de un argumento inherente a su cotidianidad absurda, sobre todo en la manera de ejecutar un principio de acuerdo que muy básico y elemental es muy relevante, sigue siendo eslabón para los intereses generales de todos nosotro. Quizá sea uno de los muchos tipos de "falacia" lógica que estamos sufriendo en los diferentes testimonios que todos los medios abiertos a la comunicación y que a través de las redes sociales presenciamos especialmente. Son etapas que se viven en épocas turbulentas como la que estamos viviendo por desgracia ahora mismo en la actualidad. En modo generalizado, dichas controversias no son de argumentos consistentes y menos fáciles de esgrimir. Las circunstancias personales de alguien o airear sus trapos sucios no sirven para negar y en lo que cada cual pueda afirmar del adversario. La persona que utiliza la falacia "ad hominem" trata de tener razón, desacreditando por supuesto al contrario con el que discute, pero sin probar que lo que pretende refutar es en efecto, falso. Las difamaciones abundan en un discurso político y muchas de las veces resultan difíciles incluso de identificar, no dejan de ser patrones erróneos de un comportamiento retrogrado aunque aparentemente pueda sentirse valido y tan deseado. Cualquier comunicación honesta debe de prescindir de ellas en la medida de lo posible, por lo que conviene estar muy al tanto de cuáles son, cómo detectarlas y combatirlas. Ahora bien, ¿por qué tienen tanto éxito, si se tratan de argumentos manifiestamente falsos? Tenemos que pensar que la mayor parte de un discurso político se centra en tratar de "convencer y no de explicar" si aceptamos tal premisa podríamos entender por qué esto es algo que se utiliza de manera absoluta en todo el espectro político y animado. "El arte de tener razón" quiere ganar adeptos, aunque por ello tenga que arrastrar ciertos cauces de fango, de agua sucia y mal oliente. Desde luego que para evitar ese fango impetuoso formando a ciudadanos críticos y no a manipuladores se precisa una enseñanza en el sistema educativo, se trata de un sistema que llegue a favorecer algo tan básico como saber leer, imprescindible saber escuchar. En el conocimiento de esta básica enseñanza se construye un nuevo esquema mental con una base más que sólida, del todo coherente, cuando mas conscientes seamos de ese pequeño esfuerzo, más evitaremos su desafortunada trayectoria o al menos mucho mejor nos daremos cuenta de que estamos adaptándonos en la dirección correcta, cambiando como nuevos, descubriremos interesantes razonamientos. Mucha precaución.
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