El Viernes de Dolores es una fecha emblemática en el rico calendario español. En el católico y en el civil. En el primer caso, porque para los creyentes -que son más de los que pudiera parecer- supone la antesala de la Semana Santa y sus consecuencias penitenciales, y en el segundo, porque anuncia un periodo de ocio vacacional, ya instaurado en las previsiones anuales de un buen número de personas. Bien sea por una cosa o bien por la otra, este viernes de la angustia se tiene como punto de partida y a la vez de encuentro.
Archivado en: Julio Cayón, Viernes de Dolores, Semana Santa, Semana Mayor, Virgen del Mercado, 'La Morenica'
Julio Cayón
26/3/2021 - 04:40
Y en León, donde la Semana Mayor tiene un protagonismo batallador por su número de procesiones y actos, El Viernes de Dolores se identifica con la Virgen del Mercado, la de la calle de los Herreros y la Plaza del Grano, y nunca con la dominica y romera Virgen del Camino, que, bajo la advocación genérica ‘de los Dolores', sirve su fiesta ordinaria el 15 de septiembre en la hoy basílica menor de la orden de Santo Domingo, sita en el cercano municipio de Valverde de la Virgen.
Por segunda vez consecutiva 'La Morenica', hoy, no saldrá a la calle. Ni ella ni el resto de imágenes que conforman las jornadas pasionales en la capital leonesa. Continúan las limitaciones y no habrá más alternativa que pequeñas acciones de carácter litúrgico, tradicional y cultural, respaldadas por las cofradías y hermandades de la ciudad. Una nueva Semana Santa atípica de la que se espera la mayor responsabilidad por parte de quienes, haya o no cortejos de papones, se echen a la calle para disfrutar de las clásicas limonadas, el bacalao al ajo arriero, el pulpo o las torrijas.
No obstante, la ausencia del habitual programa de encapuchados va a conculcar un nuevo golpe bajo a las economías mayoritarias de la capital: comerciantes, autónomos, hostelería, hotelería y muchas otras actividades indefinidas, que van a ver cómo se resienten sus contabilidades a la conclusión de la Semana Mayor.
Por eso, hablar del Viernes de Dolores en este tiempo de dramas y tragedias en que, de nuevo, se entra en bucle de reclusión parcial obligada, es como mentar la soga donde no se debe. Ya son demasiados los viernes y los dolores de cabeza que ha pasado la gente desde aquel 15 de marzo de 2020 en que el Gobierno dictó el ignoto confinamiento de vecinos y ocupaciones. Han transcurrido doce meses y solo se ven lucecitas lejanas e imposibles, como las estrellas remotas que se distinguen en la negritud del firmamento. Siguen pintando bastos. Y el futuro se antoja más que complicado. Es Viernes de Dolores.
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