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Mentiras y engaños

Olas y colas

Va va para un año de esto del coronavirus y la situación sigue descontrolada. Como en cualquier emergencia siempre se pasa por distintas fases. La primera siempre es la de "negar la mayor". ¡Esto no es era nada! Después toca acatar casi con resignación cristiana, los mandatos de los de arriba, porque el miedo era (y será) libre.

Archivado en: Nicolás Pérez Hidalgo, vacuna, coronavirus, covid 19, circo coronavírico

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Nicolás Pérez Hidalgo
05/3/2021 - 01:10

Casi nadie se cuestionó el estar en casa, ni qué estaba pasando y porqué estábamos en esto. Poco a poco, los domadores mediáticos y los políticos vieron la posibilidad de sacar tajada y nos enseñaron que les importaba más alarmar al personal que corregir el problema con ciencia y análisis. El negocio estaba en el circo coronavírico y la guerra política que podría darles algún beneficio. Al tiempo, empezaron a tratar a los sanitarios como héroes e hicieron que la gente se asomara a las ventanas para aplaudir a quien solo hacía su trabajo y a los que la mayoría de las administraciones habían dejado tirados sin protección. No se salía para aplaudir al charcutero o al barrendero. ¡Esos no eran de dios!
Pero como llegaba el verano y aquí la cañita en la playa no se la salta un gitano, alguien dijo que esto ya estaba controlado y todo el mundo en desbandada podía "saltar olas en las playas". Eso sí, nadie reforzó la sanidad, ni las residencias de mayores, ni contrató gente para hacer analíticas ni seguimientos y dimos casi por cerrado el asunto. Meses más tarde la realidad nos dio la gran bofetada, agrandada por querer salvar el consumismo navideño. Mientras, la ciencia privada trabajó a destajo (con fondos públicos claro) y nos dieron vacunas. Algunos dirán que bajan los contagios porque estamos vacunando, pero eso es muy discutible. Ahora bien, nos estamos bajando de la ola pandémica para cabalgar en la cresta de la ola de la desolación económica. Los datos del desempleo, eres, ertes y de más historias no auguran nada bueno a medio y corto plazo. Y las colas de gente pidiendo algo para comer aumentan exponencialmente cada día, mientras, ayuntamientos y comunidades autónomas miran para otro lado y los vecinos se tienen que organizar para ayudar al que lo necesita. Esto es lo que queda después de un año de pandemia, cuando llevamos décadas dejándonos engañar por listos y gobernar por mediocres.

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