De nuevo vuelve a hacer estragos el Covid19 en la economía provincial. Más de lo mismo. El cierre de la hostelería -eso de la operatividad de las terrazas es un cuento chino en la mayoría de los casos- anuncia renovadas ruinas para un sector en precario, altamente golpeado por una trágica historia que parece no tener fin. Por el momento y a pesar de las vacunas. La hostelería, maldita sea, se ha convertido en la gran pagana de una hecatombe sin paragón. Y también el pequeño comercio
Archivado en: Julio Cayón, Así no salimos de la patada, COVID-19, hostelería, comercio
gentedigital.es
22/1/2021 - 04:40
Y como tampoco hay que meter la cabeza debajo del ala, es igual de cierto que las cosas se han estado haciendo mal por una parte de la población -mínima, aunque dañina- extrañamente ajena a la terrible catástrofe que viene desarrollándose desde el pasado marzo. Y algo ya se debería haber aprendido.
La madre del cordero, que esa es otra, es que en España se están escuchando diecisiete voces distintas -la del Gobierno se oye a demanda y no siempre- y cada una con su eco. El revoltijo de normas y comportamientos dictados desde las comunidades autónomas está conculcando un desastre informativo y un disparate oficializado en toda regla. Es lo que tiene cuando la política se entremete, ordena y manda, en un terreno tan sensible y tan especial como el sanitario. Y en mayor medida, ahora, debido a la penosa situación por la que se atraviesa.
Todos los días aparecen en los medios de comunicación acreditados profesionales de la salud en sus diversas especialidades. Expertos comprometidos con la sociedad española y garantes del futuro saludable de las personas, que vienen alertando de las causas, motivos y estragos de la pandemia. Y explican cómo poder revertir, dentro de los conocimientos que la ciencia les otorga, el problema que viene arrasando el país de norte a sur y de este a oeste. Ellos son quienes deberían marcarán las pautas, los que tendrían que decidir, de verdad, las líneas de actuación.
Pero la política ¡ay! todo lo enfanga. Un ministro de Sanidad que, como los muñecos de la ventrílocua Mari Carmen, habla lo que le ‘soplan' y lo dice sin despeinarse. Un portavoz, Simón, que igual se atraganta con una almendra, que suelta una retahíla de incongruencias y se queda tan campanudo. Un comité de expertos, que nunca existió pero que lo ponían por delante para la toma de decisiones. Y un cogobierno ineficaz y estático, más pendiente de derribar a la presidenta de Madrid, que tiene bemoles, que de atender al conjunto del territorio nacional. ¡Qué asco de país y de políticos!
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