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La prudencia es la bandera

La semana próxima es la primera prueba de fuego. Luego, vendrá otra, la de fin de año. Comienzan las esperadas Navidades y todo lo que en sí mismas pudieran acarrear este año si la garita del actual polvorín se abandona antes de tiempo. Si se desatiende la alerta y, sin centinela, se deja el flanco abierto. Es lo que se viene repitiendo desde hace unas semanas con el único fin de espolear conciencias y regular comportamientos sociales. No, no es baladí mantener intacto el sentido común y la prudencia ante lo que se podría avecinar.

Archivado en: Julio Cayón, Navidad 2020, allegados, coronavirus, riesgos de contagios en Navidad

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Julio Cayón
18/12/2020 - 01:00

En estas cuestiones de tanto calado y en las que la vida está en juego -es así de duro matizarlo y a los datos hay que remitirse- resulta preferible actuar por exceso que por defecto. Que, después, si llegase a ocurrir lo indeseado, es decir, el contagio -que todo es posible dadas las circunstancias- que la auto flagelación no sea por asumir que, realmente, se hicieron mal las cosas. Que se obviaron las recomendaciones sanitarias para poder cantar en familia y con los denominados ‘allegados' ‘Noche de paz' o ‘Campana sobre campana'. Eso sería para cualquiera peor que un martirio medieval.
Y como muestra vale un botón, no hay más que mirar al otro lado del Atlántico, a Estados Unidos y su famosísima conmemoración del ‘Día de Acción de Gracias', festejada el último 26 de noviembre. Ahora mismo, el país americano está sumido en un brutal desconcierto debido a que las previsiones de infectados derivadas de las reuniones familiares que se produjeron, pudieran sobrepasar con creces cualquier cálculo estimativo. Y es penoso que teniendo enfrente ese espejo, todavía quede por aquí y por allá quien se crea que todo ello no es otra cosa que una propaganda destructiva para cargarse la Navidad doméstica.
La conclusión es que no se puede estar en la procesión y repicando. Lo dice la sabiduría popular. Y el aserto es perfectamente válido para las fechas que se avecinan por lo que explica y clarifica. Hay que saber dónde se está y por qué. Y ahí tiene que tener su sitio la reflexión de cada cual, el acto de contrición íntimo para no emborronar el calendario.
No queda otra que vivir con la certidumbre de que dentro de doce meses todo sea distinto. Y como siempre ha sido. Sin restricciones. Que los temores se queden en un mero recuerdo y los abrazos y el cariño se conviertan en el nexo entre las personas. Llevarlo a buen puerto es tarea universal. Pese a todo, que este nuevo escenario de la Navidad sirva para reafirmar sentimientos y esperanzas.

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