Vaya por delante que cada uno hace con su vida lo que le da la gana. O lo que puede. O lo que le dejan, claro. Pero hay situaciones en las que el individuo toma razón y conciencia para decidir, en libertad, qué futuro quiere tener o qué determinación debe adoptar en un momento dado. Y eso es lo que está ocurriendo con las previsibles vacunas contra el coronavirus, que, contestadas o aceptadas, se vienen vendiendo desde el Gobierno central como si fueran caramelos de un bautizo. A la rebatiña. Nadie se quedará atrás. Habrá para todos. Eso dicen.
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Julio Cayón
04/12/2020 - 01:10
Y a raíz de la previsible campaña de vacunación, que será instrumentada por tramos y en función de las necesidades a que obliguen los llamados grupos de riesgo, hay gente que afirma, incluso enfadada, que no se pondrán el remedio. Que no quieren convertirse en cobayas, en conejillos de indias, y que sean los demás -tómese como genérico- quienes arriesguen sobre el tapete. Es respetable. Allá cada cual con sus pareceres.
Ahora bien, al margen de ese sector poblacional anti vacuna -que suma más de lo que pudiera parecer- sí puede concluirse sin temor al equívoco, que la investigación de los diferentes laboratorios inmersos en solucionar la pandemia no tiene porqué ser un fiasco. No lo va a ser. En ninguno de los supuestos. Y, por el momento, y expensas de dar con una medicación alternativa -si es que se encuentra- es lo que hay. La exclusiva manera de plantarle cara al maldito Covid-19 porque, a día de hoy, no existe otra opción más allá del propio cuidado de la persona: higiene, mascarilla, distancia, lavado de manos constante y ambientes ventilados.
Y ocurre, que sin que se dé por controlada la presente epidemia -que es la segunda desde marzo- ya se anuncia una tercera ola, que, cuentan, podría ser más agresiva aún que los dos anteriores. Al menos es lo que se lee y de lo que se habla. Por lo tanto, y sin pretender debates ni provocar opiniones encontradas, puede aplicarse el sabio aserto que dice "vale más pájaro en mano, que ciento volando", que es lo que puede ocurrir con las vacunas. Mejor ponérsela 'por si acaso', que dejar el futuro de la salud pendiente de un hilo. En este supuesto, el del virus.
A quien más y a quien menos les ha rozado la indeseada situación en algún momento. Bien derivada del calvario sufrido por un familiar, o, bien, sufrida por alguien próximo. La causa, en definitiva, es la misma. Dolor e impotencia. Y rabia. Vistas así las cosas, cada uno en conciencia que elija en qué campo juega.
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