Aunque "no está el horno para bollos", lo cierto es que también podemos aplicar aquello de que "a nadie le amarga un dulce". Pensando en hacer más llevadero el confinamiento, sin olvidar el Covid 19, voy a relatar algo de lo que fui testigo en días pasados y que tiene que ver con algo de lo que también presencie hace muchos años.
Archivado en: Maximino Cañón, José Martínez Jaular, fumar, mal sabor de boca
Maximino Cañón
13/11/2020 - 04:40
Hace unos días, al pasear por una de nuestras calles por las que menos gente transita, veo a un hombre con una mascarilla de las llamadas quirúrgicas subiendo y bajando el embocado, a la vez de que tras realizar un fuerte paladeo se quejaba del mal sabor de boca que le había dejado el pitillo que acaba de fumar. Este comentario me avivó el recuerdo de cuando siendo joven pude presenciar en compañía de otros tres amigos (Albino, Santiago y Alejandro). Los cuatro teníamos por costumbre salir a tomar café a eso de las once de la noche y echar una amigable partida de tute en el bar de un conocido amigo y hostelero. De lo que se trataba era de tomar el café acompañado de unos cigarrillos, entonces no había limitaciones a la hora de echar humo, y ya se sabe que el que perdía pagaba. Mientras esto sucedía, a eso de la medianoche, el dueño del bar, aprovechando la bajada de clientela a esas horas, echaba una mini siesta apoyado en una mesa y la pared que le sabía a música celestial, cosa normal después de las horas que llevaba detrás del mostrador. Mientras disfrutaba del pequeño descanso que la citada minisiesta le otorgaba, al mismo tiempo, emitía unos suaves ronquidos que, al momento, suscitó entre nosotros una idea que, sin hacer daño alguno ni quedar mal ante los clientes al no estar más que él y los cuatro de la partida, proporcionara unas risas de buena fe. A tal efecto se le puso un cigarrillo en la boca de la marca ‘Habanos' (de los que se consumían rápidamente) el cual una vez prendido, y aprovechando el flujo del ronquido al aspirar y expulsar el aire mientras dormía, hacía que el cigarrillo se consumiera rápidamente, momento que aprovechábamos para quitárselo de la boca antes de despertarse. La gracia estaba en los comentarios que hacía: "Chicos no sé que coños me pasa pero cuando hecho una cabezada luego me levanto con un mal sabor de boca del demonio". Risa contenida mientras seguía el juego.
A Jose Martínez Jaular en recuerdo de cuando se hacían volutas con el humo del cigarrillo y no había que guardar distancia.
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