Vaya por delante que cada uno, en su casa, hace lo que le da gana. Julio Palacios, el del fenecido quiosco de Santo Domingo, al lado de la iglesia de San Marcelo, apostillaría muy sacramental que sí, "pero dentro de un orden".
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Julio Cayón
10/7/2020 - 02:20
Y tendría razón. La misma que perdía muchas veces cuando hablaba del Barça -su equipo del alma- con el irrepetible y siempre recordado Alejandro Morán, el mejor relojero de la calle del Teatro y acérrimo hincha del Español de Barcelona -rebautizado, después, como Espanyol-, que también la perdía defendiendo sus colores. Alejandro solía zanjar el ‘pleito' con una frase de cosecha propia. "Después de Pedro Escartín (un referente indiscutible del fútbol nacional), yo".
Pues algo parecido ha ocurrido con el globo sonda lanzado hace poco más de dos semanas con el envite de una parte de la hostelería leonesa -la que sea- que pretende cobrar la tapa al margen de la consumición. Cada cual, velando por sus intereses, tendrá sus razones para apostar por la modificación de la rutina, pero el asunto no parece que, a corto plazo al menos, tenga mayor recorrido. La costumbre hace ley.
Porque en León una cosa es el pincho -el de la tortilla mañanera es el más socorrido y suele pagarse- y otra, muy distinta, la tapa. Y el problema es que han sido los propios hosteleros quienes -se supone que para ganar clientela- fueron incrementando la cantidad y variedad del condumio hasta límites insospechados. A título de ejemplo, hoy, en la capital leonesa, se puede cenar un fin de semana tomando unas cañas. Y, de hecho, se hace. Y recuérdese -y no es hablar de la prehistoria- que la tapa vespertina no existía, salvo en algún establecimiento que ofertaba unas patatas fritas o unas aceitunas. Y no siempre.
Y recuérdese, también, que la tapa de mediodía -tomar el blanco a la manera clásica- se limitaba a cuatro cosas y todas ricas, como los sabrosísimos callos, la asadura y el bofe (en leonés, la ‘asadurilla' de toda la vida), alguna sardina en aceite o patatas de sartén, no de bolsa. Con el paso del tiempo, la cosa se desmadró y ahora hay quien ofrece hasta un plato de embutido.
De modo, que cobrar el pincho podría tener su recorrido. Aunque no hay tradición de consumirlos. Tampoco nos engañemos. Pero aplicar igual criterio con la tapa se antoja desastroso. León se ha hecho famoso en toda España por esta actitud graciable de la hostelería y traspasar esa frontera podría resultar pernicioso. Pero lo dicho: allá cada uno. Y lo señala el presidente del gremio.
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