Estaba en mí lugar de trabajo cuando recibo, como era habitual, la llamada de la telefonista anunciándome la presencia de un sacerdote que preguntaba por mí. Le dije que si me citaba por mi nombre o por el cargo que yo ocupaba en la empresa; a lo que me respondió que por mi nombre. "Mándele pasar".
Archivado en: Maximino Cañón, Jesús Fernández Santos, 'Los Bravos', Cerulleda,
Maximino Cañón
03/7/2020 - 01:10
Acto seguido, ya en el despacho, el cura me dice, con suma humildad, que era el párroco de la localidad cercana. Después de presentarse, y como introducción, me dice que conoció a mi madre y a su hermana, debido a que su primer destino como sacerdote había sido Cerulleda, un pueblecito de la montaña, lugar de nacimiento de mi madre. El motivo de la visita estaba relacionado con la solicitud de un empleo para un joven familiar que se encontraba en el paro. Después de una emotiva conversación nos despedimos y entonces fue cuando dándole vueltas a la visita y al nombre del cura, me vino a la memoria algo de lo que mi madre me había contado sobre cosas sucedidas en el pueblo hacía ya muchos años. Por aquel tiempo había un cura para cada dos o tres pueblos y gente para asistir a las misas. El presidente de la Junta Vecinal era un hombre soltero, con gran sentido del humor, muy querido, y con una boca de las que no pasan desapercibidas. Pepe, (‘Collao' le llamaban debido al lugar en que vivía) de cada dos palabras que decía emitía un taco de los que estaban prohibidos bajo multa de quinientas pesetas.Un día, al atardecer, se encontraba Pepe intentando dar de mamar a un ternero en la entrada de la cuadra y al ver que éste no mamaba le encargó a su madre que fuera a por un biberón de los que se usan para la cría de terneros. Cuando la madre fue a buscar el mencionado biberón, se acercó el párroco en cuestión y, con suma discrección, se puso detrás de Pepe sin pronunciar palabra para no molestar, mientras éste sujetaba al animal a la espera de que llegara su madre con el mencionado biberón.La acción discurrió entrada la noche y como por aquel entonces no había luz eléctrica y Pepe miraba para abajo, vio una tela negra que, creyendo que se trataba de saya de su madre y no le acercaba lo que le había encargado, empezó proferir todo tipo de improperios (que no puedo reproducir): "¡Pero madre, ¿no ve que el ternero sigue sin mamar y yo me canso de sujetarle, mientras usted tiene los santos redaños de estar mirando?" Mientras, el cura inmóvil por el mal entendido al confundir la saya con la sotana, no se atrevió a decir ni pío hasta que la esperada madre de Pepe 'Collao', María, llegó con un candil y el biberón y las cosas se aclararon.
Desde entonces, seguro que el párroco cada vez que tuviera que ir a casa del presidente de la junta Vecinal, seguro, digo yo, lo haría dando voces y hablando alto para advertir de su llegada.
En recuerdo de D. Samuel y de Pepe (‘Collao') que, aunque no se encuentran en esta vida, prevalecen en los recuerdos de cuanto acontecía en la cuna de aquellos ‘Bravos', que tan bien inmortalizó el célebre escritor, descendiente del pueblo del Cerulleda, Jesús Fernández Santos.
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