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Que no pare la reivindicación

La obsesión del alcalde de Valladolid es echar gasolina a la hoguera autonómica. No puede disimularlo. Le encanta. Eso de meterse en polémicas si de León se trata le hace venirse arriba. Se crece. Y como sabe dónde está el cajón del pan porque es listo, aprovecha cualquier coyuntura para armar su artillería y lanzar obuses maliciosos contra los leoneses. El caso es hacer daño y tocar la moral. Y alguna parte baja del cuerpo.

Archivado en: Julio Cayón, Óscar Puente, alcalde de Valladolid, Mesa por el futuro de León,

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Julio Cayón
07/2/2020 - 03:30

Ahora, a raíz del impulso que se pretende dar a la provincia mediante la bautizada como ‘Mesa por el futuro de León' -que ya se verá qué logros conlleva- arremete como un jabalí con palabras ácidas y tintadas de irrespetuosidad. "Si en León no saben a estas alturas lo que necesitan para su futuro -ha señalado- uno llega a la conclusión de que, fundamentalmente, lo que hacen es quejarse, no plantean alternativas". Menuda jeta tiene este individuo. Y, con innata arrogancia, apostillaba sus palabras: "Todos los días tengo propuestas e ideas; me voy al ministerio". Y tan oreado el munícipe. Tan pichi. Igual que un dandi de chistera y librea paseándose por la orilla oriental del Pisuerga.
Este sujeto en cuestión toma a los leoneses por imbéciles. Por tontos. Por cortitos intelectuales. Por gente con boina capada. Pero para retratarlo a él, para designarlo y ponerle en su sitio -y no sobre un pedestal, claro- podría utilizarse un calificativo que, de expresarlo -algo imposible en aras de la sensibilidad-, sería herir el corazón y los sentimientos de un colectivo de bien y esfuerzos titánicos, que no merece otra cosa que atenciones, solidaridad perpetua y muchísimo cariño.
Por lo tanto, los señalamientos del regidor de Pucela conculcan el efecto rebote. El cabreo encadenado. La mala leche. Y a los leoneses les pone en bandeja de plata los deseos de seguir reafirmándose en sus creencias del ‘adiós, muy buenas', como solución a los graves problemas que vive esta tierra. Porque Valladolid -el pequeño Madrid, como dicen ellos- se lo lleva todo. Pero León, que es otra cosa, no se come ni una peladilla. Ni un mendrugo. Y aquí la comparación no es odiosa. Al contrario.
De modo, que día tras día y gracias a gente como el alcalde de ‘p'allá', se expande el deseo de deslindarse de esta contestada Comunidad. A León le apremia más que nunca hallar un nuevo futuro, esperanzador y definido, para generaciones venideras. Y que no se les olvide en Valladolid que la levadura de la reivindicación sigue esponjando esa demanda legítima. Va ‘in crescendo'.

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