De una u otra forma se sigue echando leña al crepitante fuego del leonesismo. A la reivindicación. A la protesta. Ahora, en plena efervescencia en cuanto a la situación de León dentro del mapa autonómico, salta el problema de los talleres de Renfe, que, si nadie lo remedia -y la cosa tampoco pinta bien- quedarán, a corto plazo, mermados y entristecidos. Eso en el mejor de los casos. En el peor, se convertirán en un recuerdo entre las viejas glorias de los caminos de hierro.
Archivado en: Julio Cayón, Talleres de Renfe, Valladolid, Reino de León, leonesismo
Julio Cayón
24/1/2020 - 02:20
¿Y adónde se irá el ‘turrón' de la base de mantenimiento de los trenes? Pues a Valladolid. A la gran capital de Castilla (y León) que, al estilo de los antiguos consumeros, continúa acaparando todo lo que se mueve. El asunto, por lo tanto, es ir desmantelando las naves leonesas, reducir a la mínima expresión la carga de trabajo, y alimentar el castillete vallisoletano con los consiguientes puestos laborales. Y León, para los recados.
Y ahora hay quien se rasga las vestiduras. Y protesta. Y pide explicaciones. Y registra preguntas y no se sabe cuántas cosas más en Madrid, que es donde está el cotarro de la ‘alta política'. Y desde su preeminencia pública aboga porque León mantenga en plenitud unas instalaciones ferroviarias que, dada su antigüedad, rozan lo histórico.
‘Totá' -como diría (como dice) María José Navarro en la Cope en su ‘El diario de mi Mari Jose', del programa de Carlos Herrera- que todo apunta a que los talleres de Renfe en León se van a ir a la mierda. Con bendiciones o sin ellas. Pero están enfilando el camino de los residuos sólidos urbanos. Y que en Pucela, allí por donde discurren las aguas del Pisuerga, que es un río muy ‘apañaó' para apostillar cualquier frase que se precie (y dado que el Pisuerga pasa por Valladolid...) pues eso. Que el Bernesga pasa por León y el Torío por la Candamia. Pero no el Pisuerga. Una putada.
Y la gente, los leoneses -y leonesas, que nadie se enfade- contemplan con pavor cómo esta tierra pierde fuelle y se endurece cual esponja reseca y arrumbada. Esa que se desecha en el cubo amarillo de la basura. Y la clase política -qué expresión ésta más idiota- se explaya para intentar remediar lo que no se hizo a tiempo. Cuando se podía. Igual que Boabdil en Granada y sus lloros por la pérdida del reino.
De modo, que cada día que pasa es muy razonable que la gente se levante en armas -expresión figurada- para reclamar una autonomía que, por mal que viniera, daría más leche que la que gotea desde la ‘capitalidad' castellana. Y eso ya nadie lo duda.
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