En el centro de este silencio no encontraba la eternidad, sino la muerte del tiempo y sobre todo una soledad tan profunda que la palabra misma carecía de valor perdiendo todo su contenido y natural significado.
Archivado en: Manu Salamanca, reinado físico
Manu Salamanca
31/10/2019 - 01:10
La magnitud que nos ofrece la misma capacidad afectiva seguro que tiene que ver y mucho con la aproximación o disposición positiva hacia algo, en este caso hacia alguien. No me cabe ninguna duda de que es un estado de empatía el que nos involucra a todos en el maravilloso universo de emociones todas ellas diferentes y por supuesto ocasionales.
Ahora bien, sabemos que nuestra propia existencia impone etapas de sufrimiento y angustia, como es el caso de las pérdidas afectivas, las cuales se ven superadas por el ‘duelo’ que todos conocemos.
Seguro que dicho ‘duelo’ pudiera conllevar un proceso en el que se busque equilibrar todos esos momentáneos sentimientos y siempre después de una irreparable pérdida, naturalmente se combina dentro de un lógico contexto marcado por el dolor, la negación, la tristeza, la confusión, la culpa y desde luego la rabia, dando paso a una parcial resignación con nuestra aparente reconstrucción que supuestamente nos fortalece frente a las demás fatalidades, con inacabado infortunio y compleja desgracia.
Imaginad que vuestro mejor amigo enferma y complicándose cada día aún más su condición, su deterioro fiíico es evidente y paulatino hasta que finalmente nos enteramos de que fallece, seguro que no nos sorprenderá tanto como el hecho de tenerle de continuo entre nosotros de deparar día a día la mayor parte de nuestro tiempo con él, sería más difícil de superar el impacto, está claro.
Durante este proceso de superación, pudieran surgir comportamientos autodestructivos, como aquellas reacciones al dolor que pudieran experimentarse en dichas conductas y que están asociadas con supuestos excesos y pensamientos obsesivos.
En algunos casos surgen complicaciones adicionales como la aparición de enfermedades y como resultado de la somatización del conflicto interno que tenemos como una reacción al dolor que experimentamos.
No hacemos conciencia acerca del grado que teniamos de alguien y cuando sobreviene el fatal desenlace, parte de nosotros muere tambien con la otra persona, invadièndonos una manifiesta sensacion de decaimiento, debilidad e impotencia.
En mi opinión, si en algo coincidimos una inmensa mayoría de personas es en que la muerte abre la puerta a otra realidad como transición de nuestro propio ‘reinado físico’ al del espíritu y como supuesta transformación a otro estado de consciencia dependiente de su misteriosa dimensión. Sed felices.
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