En esta tierra, como en otras, hubo, hay y habrá caminos que llevaban, llevan y llevarán a alguna parte. Caminos, senderos o veredas, que comunicaban pueblos, que lo mismo te subían a los puertos y te empujaban a gatear para alcanzar las cumbres o te sumergían en la frondosa vereda del río. Caminos con nombre o sin él, que antaño sólo se recorrían por necesidad. Nunca por el simple placer de pasearlos.
Archivado en: Nicolas Pérez Hidalgo, desarrollo rural, turismo rural, despoblación
Nicolás Pérez Hidalgo
25/1/2019 - 02:20
Pero las sociedades cambian y al mismo tiempo que se vaciaban los pueblos (forzados unos y voluntariamente otros) se llenaban las ciudades de urbanitas huyendo del arado y la miseria. Poco a poco, las generaciones han ido abandonado el contacto con la naturaleza (y con el pueblo) y son ya casi incapaces de saber qué árbol da manzanas o si la leche la dan las vacas.
Hace unas décadas, cuando el éxodo empezaba a tocar ya a su fin, básicamente porque ya no quedaba nadie al que poder echar, vinieron los dineros europeos (y los listos que los querían) a sembrar de nombres rutas y caminos. Así florecieron, a la sombra del mamoneo, y con la excusa del turismo, cartelones, señales y pintadas varias en rocas y arbolado, en casi todos los rincones de esta provincia. Marcaban aquellos caminos que siempre habían estado ahí, cuidados y atendidos por el uso y la necesidad, y sobre todo por sus gentes.
Afortunadamente hemos tenido salud y tiempo (y ganas de invertirlo) para recorrer muchos de ellos y durante muchos años. Los suficientes para ver para qué ha servido tanta ruta, tanta señal y tanto folleto,... y tanto dinero derramado bajo el disfraz del desarrollo rural y la lucha contra la despoblación. Tiempo para ver, cuánto les importaban las rutas a aquellos que las pusieron o que mandaron ponerlas. Tiempo para ver, cómo abundan hoy los paneles rotos a pedradas o quemados por el sol y la lluvia, los postes (cuando los hay) carentes de carteles, las señales equivocadas, y los caminos cubiertos por los colores del desuso. ¡Rutas y caminos que ya no son de nadie!
Más de uno se habrá perdido por estas tierras cazurras intentando encontrar su camino o simplemente, tratando de corregir su trastorno de déficit de naturaleza en el que algunos se empeñan en decir que flotamos cada día, como almas en pena.
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