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El tabaco: entre el placer de fumar y el perjuicio para la salud

Maximino Cañón y Luis Cañón debaten esta vez sobre el tabaco. Sus recuerdos de fumadores, las triquiñuelas para conseguir un cigarro, la satisfacción de fumar, que como decía Sara Montiel "es un placer" y los perjuicios que para la salud tiene el tabaco y por eso antes se podía fumar en cualquier parte y ahora está prohibido en los establecimientos públicos, en el trabajo y en casi todos los sitios.

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Maximino Cañón & Luis Cañón
09/11/2018 - 04:40

Recuerdos del tabaco

Maximino Cañón

Acabo de ver una imagen que hace años no veía. En plena calle, sobre el medio día, observo como un hombre se agacha a recoger una colilla y se la mete en el bolsillo. Esto, sin lugar a dudas, también hace de termómetro de cómo está la vida. Tampoco es infrecuente, (aunque yo hace mucho que dejé el vicio) que se te acerque alguien, sin distinción de edad, y te pida un cigarrillo. Entonces acuden a mí, escenas de niñez en las que poco o nada se tenía en consideración a la hora de valorar los males que determinadas sustancias producían. El tabaco se promocionaba en todos los lugares. Los protagonistas de las películas modernas no decían muchas frases sin meter un pitillo en la boca. Sarita Montiel se encargó de popularizar, con gran éxito, la conocida canción, "fumando espero", mientras lanzaba volutas de humo desafiantes. El consumo de tabaco, mediante la compra de pitillos sueltos, daba, equivocadamente, el papel de ser más hombre al fumar ante el resto de los chavales, ignorando los terribles efectos que con el tiempo iba a producir. Primero se empezaba fumando en pandilla, a escondidas, para, con el tiempo, y con la misma ignorancia sobre las consecuencias, pasabas a la segunda fase que consistía en tragar el humo. Ahora nos parece mentira que se fumara en todos los establecimientos públicos, incluidos los medios de transporte, en el trabajo y hasta había una especie de huchas en los cafés y bares, donde se depositaban cigarrillos para los ancianos de las residencias públicas.
Yo sólo he querido constatar algo con lo que convivimos, formando parte de nuestras costumbres, sin pensar en las consecuencias.

Fumar

Luis Cañón

L pasado sábado tuvimos la suerte de pasar el día por las otras hoces con buenos amigos y degustar la famosa cecina de chivo, que precisamente este fin de semana celebra su Feria. Producto fantástico que, como bien sabes querido Maxi, era uno de los platos estrella de la Perla Vasca.
Mientras disfrutábamos de la sobremesa, observaba como a los fumadores actuales no les molesta salir al frío a fumar. El personal tiene tan asumida la ley antitabaco que salir a la calle empieza a ser parte de la liturgia de fumar.
Entre risas y anécdotas me comentaba el gran Raúl López que fueron muchas las veces que fue a la estación de tren de madrugada en busca de un paquete de tabaco rubio, ya que la otra alternativa era fumarse el ‘trujas’ de su padre. Eso me hizo recordar mi etapa de fumador, en la que también alguna que otra vez me adentré en la aventura de la madrugada en ciertos bares, en los que se intuían las cananas, y yo semiempijamado casi me jugaba el físico por comprar el dichoso tabaco.
Fumar es un placer y saber fumar con estilo y clase puede llegar a ser un arte.
Yo, al igual que tú, llevo sin fumar unos cuantos años, y esos años son los causantes de mi cambio de talla y de mis kilos de gordín, que a veces hasta pienso que estoy para gratinar. Casi cada día me cruzo con un gran profesor que le daba al Rex, mientras nos explicaba las oraciones relativas. Veo por la tele al mítico Antonio Alcántara fumando desde su terraza, de la misma manera que recuerdo aquellos debates en la tele, en las que no se distinguían las caras por la cantidad de humo que había en el plató. Algo impensable en estos tiempos ¿Te imaginas a los tertulianos de Espejo Público con un farias entre los dientes?
El tabaco es muy perjudicial, pero no le negaremos los buenos e irrepetibles momentos.

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