Poco a poco las conductas han ido cambiando. Unas para mejor y otras para peor. Antes era frecuente y cotidiano el que, al encontrarte alguna persona por la calle fuera hombre o mujer, desconocidos por supuesto, ya que con los conocidos la cosa no contaba, le saludaras a su paso con un "buenos días" o un "adiós" siendo contestado de la misma manera lo cual, a decir de los mayores, denotaba un alto grado de educación y máxime si se trataba de personas mayores.
Archivado en: Maximino Cañón, Buenos días, cortesía, adiós, educación
Maximino Cañón
11/10/2018 - 04:40
Tal comportamiento en nada modificaba el modo de ser de cada uno, simplemente se exteriorizaba el deseo de trasmitir el agrado, la amabilidad y el respeto hacia la otra persona saludada, generalmente más mayor.
Digo esto porque cuando por alguna razón me desplazo a alguno de los pueblos de nuestra provincia que van quedando con habitantes (seguro que en la otras también), noto como, sobre todo en la gente de más edad, se sigue manteniendo la buena costumbre de llevar a la práctica esa norma de urbanidad que aprendimos de pequeños y que en nada empece a quien la practica, sea de la ideología que sea.
Resulta muy agradable el que, a pesar del paso de los años, todavía existe gente que cuando te cruzas con ella dando un paseo te miran a los ojos y te dirigen un "buenos días", sin que medie conocimiento previo, haciéndote sentir uno más entre los habitantes de la localidad. Hoy no podemos, salvo raras excepciones, decir lo mismo cuando nos referimos a los encuentros con nuestros semejantes desconocidos, aunque sea en lugares en los que coincidamos solos y frente a frente. Por ejemplo, cuando, al dar esas caminata matinales, cada vez más extendidas entre la gente con unos ciertos años, y agachas la cabeza para no decir "adiós" o "buenos días" como si el saludar al semejante comportara obligación alguna.
Me llama la atención pensar que cuando esto observo pueda verse en mi alguna connotación descontextualizada. Lo mismo me pasa con la cesión de los asientos a personas mayores o impedidas en los transportes públicos o cuando cedes al paso a una mujer, aunque esto alguna vez te cueste un bufido por parte de alguna defensora de la igualdad de derechos. Pero una cosa son los derechos y otra es la generosidad con la que uno ha sido educado. Por ello, y para que quede claro, "no confundir el culo con las témporas".
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