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Piernas de tesoro (Marlene Dietricht)

Siempre las piernas de las mujeres han sido las dianas en las que los hombres se han venido fijando. A lo mejor también las mujeres, aunque sólo fuera para comparar. En días pasados hacía alusión a las nuevas modas que están imperando entre la gente joven al referirme a la moda que, con gran desparpajo propia de la libertad que da la edad, se pone de manifiesto por nuestras calles.

Archivado en: Maximino Cañón, piernas, Marlene Dietricht

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Maximino Cañón
13/4/2018 - 01:10

Las piernas de los hombres no suelen tener ese protagonismo porque a lo mejor cuando fueron creadas lo hicieron con menos dedicación y atención. Creo que esto último no merece más comentario, cada uno las tenemos como las tenemos y, como suelen estar tapadas, es difícil sacar conclusiones.
Es cierto que la exhibición de las piernas (me refiero a las de las mujeres) siempre ha sido objeto de admiración y comentario entre el género masculino. Era frecuente equipararlas, dentro de la vulgaridad juvenil, con las partes carnosas situadas debajo de la espalda. De niño uno no comprendía como los hombres, al ver pasar a una mujer con las piernas bien proporcionadas, se volvían como si de un resorte se tratara, aun a riesgo de darse con algún árbol o farola. Con el tiempo apareció la minifalda. Recuerdo como, por Ordoño II, paseaba una de las pocas extranjeras, con minifalda que por aquel entonces se dejaban ver por nuestro León, suscitando la sorpresa y casi el delirio entre los demás viandantes, amén de las miradas de asco que, por parte de algunas mujeres, suscitaba. La minifalda rompió muchos moldes y generó libertades. Fui testigo de la contestación que una chica le dio a un chico cuando este le dijo (después de silbar a su paso): ‘¡Niña,vaya pierna!' A lo que ella, sin amilanarse, le miró, y con desparpajo, le contestó: ‘¡Pues entre más arriba más tierna!'.
Pero para materializar el valor en metálico lo que más me sorprendió fue el escuchar que la famosísima actriz alemana del cine en blanco y negro, Marlene Dietrich, la cual ostentaba la creencia de tener "las piernas perfectas" y que estaban aseguradas en un millón de dólares de los de entonces (por aquellos años no habían aparecido los galácticos del fútbol). Acto seguido apareció la picarona contestación anónima que decía que al tener aseguradas las piernas en un millón de dólares, "entre las dos tenía un tesoro". A saber.

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