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Mentiras y engaños

La cabra y el negrillo

El Ayuntamiento de Boñar ha tenido que aprobar un crédito extraordinario de nada más y nada menos que 130.000 eurazos (más de 21 millones de las antiguas pesetas) para costear una escultura con la que se pretende homenajear al Negrillón de su plaza, que pasó a mejor vida por la grafiosis y terminó hecho astillas en el 2016. ¿No habrá otra cosa en la que invertir el dinero público? ¿Ninguna calle que asfaltar, ninguna mejora en ‘la traída' o en la depuración en alguno de los 19 pueblos que administra?

Archivado en: Nicolas Pérez Hidalgo, Negrillón de Boñar

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Nicolás Pérez Hidalgo
07/12/2017 - 03:30

Si alguien pensaba que estas cosas habían decaído con la crisis, se equivocaba. Están más presentes que nunca o incluso en aumento, porque en tiempos de penuria hay que agudizar el ingenio. Eso sí, ahora hay que disimular más que antaño, sino fíjense en que quedó lo de hacer una pista de esquí en la meseta castellana, que anunciaron y construyeron, sin rubor, en 2006. Hoy en día se siguen montando centros de interpretación de la ‘nada', organizando cursos de ‘cultometría' para medir bien quién la tiene más grande (la cultura) o reuniones por doquier para hablar de despoblación y reindustrialización.
Al tiempo, recordé la conversación en un bar del Crucero, en el que un personaje sugería a la pedánea de un pueblo que promoviera el hacer una escultura, de esas tan de moda en estos tiempos (y a lo que se ve también antaño) para ponerla donde buenamente se pudiera. Si era en la plaza del pueblo, pues bien y si lo era en el picoroto más alto del campo común, pues aún mejor. Lo importante era esculturear y ganar pasta con ello. En esas estaban, cuando el susodicho para convencerla le narró con naturalidad, como estas cosas le saldrían gratis, como le había salido al ayuntamiento de turno la escultura de la cría de una cabra, simplemente poniendo en el presupuesto el doble del coste real, porque quien pagaba no miraba pa esas cosas.
Y al tiempo recordé mi incapacidad para hacer cuadrar las cuentas (públicas y privadas) del coste de otra escultura, a cuyas ubres maternales parece que se aferraban multitud de personajillos. Y es que algunos tienen la cara más dura que el mármol de Calatorao.

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