Estaba el bar lleno de humo. Los que llegaban tarde no tenían partida, eso era un problema que había que solucionar. Unos miraban, cosa que molestaba si ‘los mirones' opinaban y no seguían la ley no escrita consistente en ‘estar callados y dar tabaco'. Luego estaban los sobrantes, ésos que habiendo llegado tarde no tenían partida y se encontraban en expectativa de destino, en la mesa correspondiente. Por último, los que sólo iban al bar a tomar su consumición, fumar algún que otro pitillo y ver el ambiente, mientras esperaban acontecimientos.
Archivado en: Maximino Cañón, historias del bar
Maximino Cañón
17/11/2017 - 01:01
En este último grupo se encontraban dos amigos comentando cosas de la edad mientras echaban alguna risa que otra cuando, mira tú por donde, apareció un tercero que les alegraría la tarde. Se trataba de un hombre mayor conocido y querido por la clientela y por las magníficas ocurrencias que tenía, el cual, después de pedir la consumición de rigor, se incorporó a la tertulia con los jóvenes. Ellos, con el fin de que les contara algo divertido, aún a sabiendas de que la mayoría de las historias que les contaba eran de cosecha propia basadas en una fantasía sin límite, se interesaron por cómo le iba la vida. Mientras, José, así se llamaba, con sumo cuidado extraía un pitillo canario del paquete de Goya, les relató, con una buena puesta en escena, lo que le había pasado días atrás mientras realizaba un viaje por el Bierzo. ‘Estos, atónitos, se prepararon para escuchar la nueva historia que, de boca de José, saldría. "Bajaba por el puerto del Manzanal con el camión cuando, al echar el freno de pie, noté que no frenaba; acto seguido, y sin ponerme nervioso, tiré del freno de mano,.. y tampoco. Entonces, y viendo el peligro que acechaba, cogí el martillo y rompí el cristal de la ventanilla de la cabina que comunicaba con la caja del camión, y me introduje hasta llegar a ella. A continuación, me descolgué por la parte atrás de la caja del camión y sujetando la parte trasera de la caja con todas las fuerzas fui orillando el camión hacia la parte de monte que no había precipicio, hasta que lo frené". El final del relato causó un impacto tal que alguno de los escuchantes se tuvo que retirar al servicio para seguir desternillándose de risa. Quizás José, sin darse importancia, fue unos de los precursores de los "cuentacuentos". Aunque muchos se rieron con él, ninguno lo hizo de él.
... Y no hablé de Cataluña.
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