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un amigo de león

Mirando a la pared (A mi hermano Luis)

El otro día comentando con unos amigos cosas de las que nos habían acontecido cuando éramos casi niños y que hoy, entrados en años, sacamos de vez en cuando para refrescar esas experiencias que no queremos olvidar. Cada uno contaba una historia de las que había vivido o presenciado, suscitando, la mayoría de las veces, la risa de los presentes cuando la temática daba para ello.
Yo les contaba como, siendo muy pequeño, una abuela me llevó al Parque del Retiro en Madrid a ver las fieras y ella, mientras yo me encontraba a salvo del oso que mordía las rejas de la jaula que nos separaban del animal, mi abuela, que aunque era una mujer de pueblo no se amilanaba, le retaba diciendo: "muerde ahí, maldito, muerde".

Archivado en: Maximino Cañón, filandón

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Maximino Cañón
03/11/2017 - 02:20

Pero la historia que mayor interés suscitó entre los amigos, en aquel filandón improvisado, fue algo que siendo pequeño, protagonizó mi hermano Luis, y que tuve la ocasión de presenciar. Nos encontrábamos jugando en el comedor de nuestra casa, mi hermano, rondando los 10 años, y yo superándole en edad. Como es lógico, y esa edad con mayor motivo, estábamos jugando en el comedor mientras en el mismo espacio se encontraba comiendo un amigo de la montaña, casi como de la familia, que tenía la mirada un poco estrábica el cual, mientras comía, se entretenía viéndonos ‘enredar' en términos coloquiales. En una de estas, nuestra madre, viendo que posiblemente estábamos molestando al comensal, se dirigió a Luis, que al ser el más pequeño debía de revolver más, y le dijo: "Estate quieto que estás molestando a Eugenio". Cuando en éstas, y con el fin de seguir la gracia Eugenio, contesto: "No, si ya le estoy viendo yo", a lo que el pequeño Luis contestó sin dudarlo con una frase antológica, al provenir de un niño de tan corta edad: "Tú que vas a ver, si tú miras para la pared". Nuestra madre, sonrojada por lo violento de la situación protagonizada por el hijo pequeño, no sabía que hacer mientras el comensal se moría de risa al ver la ocurrencia de la que había sido objeto.
P.D. Mi hermano Luis fue la primera y única persona que vi torear (mejor diría perrear) ante la vecindad del barrio a un perro mastin de unos setenta kilogramos, y de nombre Camuñas, armado con la sola ayuda de un paño blanco como muleta, sin sufrir percance alguno.

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