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Gente en León

con la venia señoría

Bendita adoración mariana

¿Quién ésta que va subiendo, cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla?.. Así comenzaba la más bella oración que destinada a la Virgen María reunía a sus legionarios, miembros de una fervorosa fe cristiana que se reverenciaba en acallada y humilde presencia, se ofrecía como preparativo hacia un proyecto con ideas totalmente preconcebidas en ordenadas asambleas...

Archivado en: Manu Salamanca, Legión de María, adoración mariana

Manu Salamanca
03/11/2017 - 01:10

En medio de esa congregacion, representada por su imagen, decidíamos cómo agradar a Dios, con todo ese amor que impulsábamos con absoluta certeza, mediante un pequeño altar se mostraba una diminuta estatua de nuestra Inmaculada Madre en lienzo blanco, entre dos flores con dos pequeñas velas encendidas y ELLA, majestuosa, se alzaba omnipotente, detalle de su enorme enaltecimiento y glorificación y sobre una enrollada serpiente que pisoteada, reflejaba la erradicación de lo maléfico como puro simbolismo de sus fuerzas nefastas y devastadoras...
La Legión de María, una muy entrañable Agrupación de Jóvenes Católicos, fue formada con el propósito de servir a la Iglesia en su arriesgada y perpetua lucha que intentara en ese momento restablecer sus valores primordiales como única y determinada característica. Se organizaba celebrando su espiritualidad por medio de nuestra propia santificacion personal mediante un primer acto colectivo, devotos y arrodillados, nuestras frentes adolescentes nobles y voluntariosas se inclinaban en el fiel manejo del adoctrinamiento cristiano que consagrábamos con exquisita prudencia y verdadero compromiso atribuido siempre al recogimiento y meditación que desgraná- bamos como cuentas maravillosas, sencillas reflexiones y prácticas piadosas que eran muy reconfortantes buscaban agradar al Señor, bajo los auspicios de su portentosa y eterna acogida como muestra inequívoca de su total proteccion y seguridad celestial...
En nuestro singular apostolado predicábamos con el ejemplo, no se nos exigía ni influencia social, sino entrega sin vacilación, no se pedían hazañas, sino esfuerzos constantes, ni se pedía genio y menos talento, sino amor insaciable e incansable luchando contra el fracaso sin arredrarse o atemorizarse por él, al contrario prosiguiendo la lucha hasta resarcirse de las pérdidas sufridas, (si las hubiera) aprovechándonos hasta en las dificultades de una pesada carga y a veces monotona rutina, como de un campo donde desplegar su resistencia ante un prolongado asedio... Disfrutad...

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