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Mentiras y engaños

Salvador

No recuerdo su nombre completo y a duras penas traigo a la memoria sus rasgos físicos (alto, con barba, quizás gafas, vestido con diferentes tonos de marrón y sobre todo fumador empedernido). Allá a finales de los ochenta este personaje era profesor de Historia (desconozco si también de otras cosas) en obispo Mérida de Astorga.

Archivado en: Nicolas Pérez Hidalgo, educación, Salvador

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Nicolás Pérez Hidalgo
22/9/2017 - 02:20

Los profesores te suelen marcar para bien o para mal. Los buenos despiertan vocaciones, pero los malos hacen que odies de por vida alguna materia. En el caso que nos ocupa este energúmeno (Salvador) utilizaba el clásico método pedagógico-docente (desgraciadamente aún en vigor en muchos sitios) de entrar en aula, sacar sus envejecidos apuntes, encender un cigarro tras otro (no va tanto que se podía fumar en las aulas) y ponerse a dictar como una metralleta durante toda la hora. Esta era toda la interacción con el alumnado, entre los que me cuento. Nadie se hacía preguntas ni se atrevía a protestar. ¡Ni formación, ni ganas, ni huevos teníamos! Eso, como en otras asignaturas, eran lentejas y si querías las comías y si no..., también.
El día del examen Salvador soltaba unas cuantas preguntas y a escribir como locos, si sabías algo, claro. Hasta ahí nada de particular. Esto pasa día a día en las aulas de nuestro país. Poco ha cambiado desde entonces. Sin embargo, el ‘bueno' de Salvador a los pocos minutos tocaba en el hombro a unos cuantos elegidos y les susurraba al oído, "señorita(o) levántese y váyase, que ya sé que sabe". El toque divino se repetía hasta una decena de veces y así nuestros compañeros dejaban de hacer el examen y como por arte de magia en la evaluación tenían su correspondiente sobresaliente. Y así evaluación tras evaluación. Los ‘elegidos' para la gloria eran entre otros, el hijo de la directora del instituto, los hijos de los industriales de la ciudad y algún otro despistao. Todo ello muy justo y transparente.
Estos días firman de nuevo sus destinos los interinos (muchos sin haber aprobado durante años ningún examen en alguna convocatoria de oposición) y desgraciadamente habrá entre ellos muchos salvadores. Ojalá los alumnos sean capaces de detectarlos y denunciarlos, porque la docencia sigue siendo mala en nuestro país porque quien manda lo permite. Igualito que la corrupción.

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