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Gente en León

un amigo de león

A la caza, que te pillo leche

Es frecuente ver a mucha gente paseando o haciendo los deberes diario que la vida te impone. A tal efecto, me he fijado, y visto en primera persona, algunos comportamientos que se alejan de las buenas normas de convivencia. Que conste que no estamos nadie exento de incurrir en ellos.

Archivado en: Maximino Cañón, semáforos

Maximino Cañón
31/3/2017 - 01:10

Que conste que no estamos nadie exento de incurrir en ellos. Por ejemplo, es habitual cruzar por donde no hay paso de cebra o con semáforos en rojo, mirando si viene o no algún vehículo. No debemos olvidarnos que para algo están las señales teniendo en cuenta que quienes las pusieron estudiarían concienzudamente cuál era el lugar más adecuado y con menos peligro para los peatones en este caso.
El ser humano tiene la peculiaridad de pensar que los derechos son para nosotros y las obligaciones para los demás. Lo más frecuente es que cuando uno se impacienta con la espera, cruce la carretera por donde no debe y, cuando se encuentra en medio, observe con terror como el coche que divisaba a lo lejos ahora está casi encina y a mayor velocidad, como si de dar caza al peatón se tratara, metiéndote un susto de campeonato mientras el conductor profiere algún improperio dedicado a tu persona olvidándose de que él, lo más seguro, al ejercer de peatón incurre en la misma falta o conducta. La verdad es que cuando algunos se posicionan tras de un volante o motor, con razón o sin ella, se produce una metamorfosis inexplicable sin pensar que, aunque asistidos por la razón emanada del código de circulación, la parte más débil debe ser protegida. Lo que con cierta frecuencia observo cuando voy en coche y veo cruzar a gente generalmente mayor, o sea, como yo, pasando por donde no se debe y sin encomendarse a nadie, lo hacen como si en ese momento se convirtieran en invisibles e inmunes frente a cualquier topetazo.
Estando caminando por Ordoño II en mis tiempos dedicados, en parte a la política, acompañado de quien fuera en un tiempo ministro y con muchos pelos en la cabeza, y ninguno de tonto al atravesar dicha avenida, me dijo: ‘Maxi, aunque tengas la razón, mira antes de atravesar porque aunque lo hagas por dónde debes, de poco sirve si te lleva por delante un coche y el seguro lo cobra la familia'. Desde entonces tengo presente la advertencia y lo que nos dijo un profesor en una clase: una cosa es el derecho y otra lo bien hecho.

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