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Cambiando cromos

En uno de esos paseos que doy por nuestra ciudad, adentrándome en la Plaza Mayor, bajo los primero soportales, y cual sería mi sorpresa cuando me encuentro unos grupos de jóvenes, menos jóvenes y padres, acompañando a los hijos en lo que siempre fue, y veo con satisfacción que sigue siendo, lugar de cambiar los cromos. Yo creía que con la llegada de las nuevas tecnologías los cromos habían desaparecido.

Archivado en: Maximino Cañón, cromos, cambiar cromos de fútbol, Gaínza

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Maximino Cañón
17/3/2017 - 01:10

Pero no, y mira por donde, descubro que los cromos siguen siendo, nunca mejor dicho, moneda de cambio, para completar la colección. No pude ver de qué colección o colecciones se trataban, pero sí escuchar y ver como el latiguillo era el mismo, o parecido: lo tengo, lo tengo, lo tengo, etc. mientras, como si de una baraja de cartas se tratara, se iban pasando cromo a cromo para que los coleccionistas pudieran ver si algunos de los que eran enseñados se correspondían con los que les faltaban.
Raro era no ver la réplica en cromos de cualquier éxito conocido tanto en lo deportivo como en cine, sobre todo en los de dibujos animados de Walt Disney. Pero lo que a la chavalería masculina de verdad le importaba, era el fútbol. Cuando había unos cromos que entraban más que otros y, claro, eran los que más se cotizaban. Yo llegué a pagar la astronómica cantidad de una peseta por un jugador del Atlético de Bilbao, que muchos aficionados se acordarán y que, creo, se llamaba Gaínza, cuando a mi el fútbol me importaba tres pimientos, con todo el respeto para los aficionados, pero con ello lo que quiero es resaltar la importancia que las colecciones de cromos tenían y que, con gran satisfacción, observo que sigue vigente en las nuevas generaciones.
Al tratar estos temas es imposible no desempolvar otros pasatiempos llevados a cabo por las niñas o chicas del barrio. Eran más cuidadosas que nosotros. Ellas solían guardar aquellos cromos recortados, ‘de palmar', en cajas de betún para impedir que se doblaran. Después, poniendo la palma de la mano ahuecada hacia abajo, mediante un pequeño golpe sobre la superficie, se jugaba a voltear los cromos poniéndoles boca arriba.
De verdad que, aunque yo no colecciono cromos, me hizo mucha ilusión el ver como la costumbre de cambiar sigue presente, sin usar el ordenador. Por supuesto que me refiero a los cromos no a las chaquetas.

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