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Gente en León

un amigo de león

Con los brazos abiertos

Permítame que hoy, aunque mucha gente ya haya pasado por lo que voy a decir, exprese lo que este fin de semana hemos sentido. La verdad es que al exteriorizar sentimientos muestro parte importante de mis interioridades y de las de mi cercana familia: esposa, hijo -David-, nuera -Leticia- y, ¡sobre todo¡, lo más esperado, de la recién llegada, mi nieta Carlota Cañón García. Casi no me lo puedo creer, que después de un tiempo esperando nos haya llegado esta bendición.

Archivado en: Maximino Cañón, nieta

gentedigital.es
27/1/2017 - 08:32

En la vida pasa uno por varias fases. Primero, cuando eres niño indolente, ningún problema te hace mella y, sin tu percibirlo, eres el centro de admiración de los mayores. Luego viene la pubertad, la adolescencia y la juventud. En el discurrir de estos periodos se forma un popurrí emocional que finaliza, en algunos casos, con la vida en pareja y la llegada, no en todos los casos, de la anhelada descendencia. Después pasas los años principales de tu vida, como vulgarmente se dice, luchando por sacar adelante a los hijos, los cuales, a su vez, seguirán con el deseo de formar una familia contando con tener un medio de vida, que eso ahora tiene su miga. Cuando por fin llega el día en el que los hijos/as ya no son retoños y vuelan solos, o mejor dicho en compañía de su pareja, se inicia un nuevo y esperado ciclo, cual es el de la continuidad de la estirpe. Esto es la literatura más o menos que, como el amor, casi todo el mundo conoce y por no repetir expresiones trataré de transmitir el ánimo, el contento y la alegría que los nietos proporcionan. Una vez logrado el milagro de la vida escuchas que te llaman ‘abuelo' o ‘abuela', mientras te presentan una cosa pequeña recién salida del claustro materno que solamente llora y mama, pero que te recuerda lo que uno debió de sentir al pasar por la etapa de padre y que hoy, con satisfacción, han protagonizado tu hijo y tu nuera. Yo, con perdón de los muchos lectores que esto les suena de atrás, digo que la llegada de nuestra nieta Carlota, me ha producido un sarpullido equivalente a no sé cuantas satisfacciones y que la hemos recibido con ¡los brazos abiertos!, y lo que queda. Ah, y que conste que siendo abuelos o sin serlo se tienen los mismos años.

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