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un amigo de león

Pollos variados

Hoy el pollo se encuentra devaluado en alguna de sus acepciones. Ni que decir tiene que sigue siendo un alimento que forma parte de cualquier menú y a un precio asequible. En otros tiempos hablar de comer pollo era manifiestamente un deseo sólo alcanzable para quienes se lo pudieran pagar. Era bastante normal mencionar la palabra ‘pollo'para definir a aquellos jóvenes que presumían de percha en el vestir y en el andar con zapatos bien lustrados.

Archivado en: Maximino Cañón, pollos, boda, pollo

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Maximino Cañón
25/11/2016 - 03:30

Pero lo que más impactaba en las bodas de antaño, donde se aprovechaba para comer de lo que normalmente no había en casa, era cuando veías impreso en la tarjeta del menú, después de los entremeses con ensaladilla rusa, fritos y gambas a la gabardina del restaurante, la palabra ‘Pollo' como plato estrella. Eso era lo que distinguía las bodas de postín de aquellas con menos pretensiones.
No debo pasar por alto los restaurantes en la memoria de muchos leoneses, y donde algunos celebramos el dejar las soltería: Novelty, Rocha, Fornos, Sotomayor, París, Aperitivo, etc. (Conde Luna y Hostal fueron posteriores y en la actualidad con plena vigencia) hoy casi en su totalidad desaparecidos. Entonces, los menús debían de ser consistentes y que llenaran, pues, como apunté anteriormente, se aprovechaban las bodas normalmente para degustar alimentos de que otra manera eran prohibitivos en la mayoría de los hogares. Los entremeses se esperaban con ansiedad pues no eran habituales en el consumo casero y si, además, te daban a repetir, como solía ser el caso, pues mejor que mejor. Recuerdo oír contar a mi padre como, en una de estas celebraciones, un vecino del pueblo, después de ponerse a tope con los entrantes, se puso a llorar porque no podía hincar el diente al pollo. Ahora, las cosas han cambiado y actualmente se les cría casi a la carta para abastecer el mercado haciendo que dicho alimento se pueda adquirir como parte de la dieta a nuestro alcance.
Otra aplicación o derivación era la emanada de la fea y mala costumbre de llamar ‘pollos' a los salivazos que, como la llama boliviana o peruana, dirigíamos a los contrincantes del barrio y que hoy, con una mejor formación, que no quita otros vicios peores, ya se encuentra desterrada. Todo esto ocurría mientras, en compañía de mi amigo Fernando y de sus hermanas Elvira, Nieves y Angélica, manteníamos tertulias inolvidables.

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