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Hijo, Árbol, Libro

De las tres cosas que -dicen- hay que hacer en la vida una vez, el libro parece hoy lo más fácil de lograr. Al menos firmarlo. Escribir puede hacerlo otro. Calculan que casi en la mitad de los títulos así ocurre. Otro, que permite el lucimiento ajeno y al que decimos negro con cierto tono humillante, atenuado por el atributo ‘literario'.

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Javier Cuesta
22/7/2016 - 02:20

Escribir es moda, publicar capricho, presentar orgasmo. Ahora eres nadie si no escribes; más aún, si no has asistido a un taller de escritura creativa. No sé cómo se las arreglaron Coetzee, Salter o Capote. Sí sé -para mi desdicha- que la técnica puede adquirirse, el talento no. Lo siguiente en orden lógico, publicar lo que sea, como sea. Cuestión que resuelve Tinofc de un plumazo: si se leyese más, se editaría menos. Punto redondo. Lo último, presentarlo: ya sé, me repito (¿será auto-plagio?) pero sigo en mis trece: lejos de mí la vida social y el protocolo. Pero a veces me lían y asisto a un acto literario para constatar que nada hay más prescindible que un acto literario. Primer misterio doloroso: ¿cómo aguanta sin reventar la próstata de los protagonistas? Porque suelen ser mayores y beben agua. Segundo milagro: ¿cómo acaban sin desnucarse en una de tantas cabezadas? Porque he visto a presentadores y autores adormecerse mutuamente como potentes somníferos. Tercero: ¿qué hay más absurdo que vocear ante una docena de acólitos tus propios textos, destinados a ser leídos en silencio, salvo que seas un showman tipo Mestre? Porque es como mostrar un hermoso aparador abriendo los cajones durante una hora para el auditorio.
Punto y aparte. Hablando de libros y actos, al final sí, se celebró. A últimos de mayo. Casi no da tiempo este año, en marzo no había fechas previstas. No daba señales de vida literaria la munícipe, a la que puede más su vena pugilística que la dialogante, y así los libreros no podían hacer planes. Tampoco había gran entusiasmo entre ellos, por lo visto. Pero Feria hubo al fin, y con la debida prudencia fui por allí a matar el gusanillo. ¿Y? Trapas cerradas y ausencias, mercancía comercial, una sola caseta tentadora, fermento de literatura industrial y eso sin novedades ni grandes firmas... Una feria dedicada a nada, hasta tal punto que señalan el reivindicativo pregón como lo mejor. De forma que la cita se podría haber inaugurado y clausurado ahí, en el mismo instante. Y que escriban los ‘negros'.

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