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¿Por qué la corrupción no pasa factura electoral a los partidos políticos corruptos?

Desde hace unos años no hay día que pase que no salte un escándalo de corrupción que afecte a uno o varios políticos de tal o cual partido. Los juzgados de instrucción están llenos de causas pendientes de investigación sobre presuntos delitos de corrupción como malversación, administración desleal, hurto, estafa, hurto, evasión fiscal, cohecho, prevaricación y otras muchas figuras delictivas. Todas las administraciones públicas aparecen implicadas, especialmente la municipal y la autonómica. Y todas las comunidades, además de la Administración central.

Archivado en: Francisco J. Martínez Carrión, corrupción

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Martínez Carrión
27/5/2016 - 05:50

Muy grave son los casos de corrupción que afectan a los dos principales partidos políticos. El PP es un coladero de casos pendientes en Madrid, que afectan a la propia sede central, o Valencia, donde ya no queda casi ningún popular de la vieja guardia que no esté siendo investigado. Y lo mismo sucede con el PSOE en Andalucía, donde la causa abierta por la estafa de los Eres alcanza ya a más de doscientos cargos públicos investigados o imputados, con dos expresidentes de la Junta dimitidos. Y, claro, Cataluña, donde el soborno del 3% parece ser que estaba más que institucionalizado y que afecta a altos cargos de la Generalitat de los últimos decenios, incluyendo al hasta hace unos años muy honorable Jordi Pujol.
Cada nuevo escándalo de corrupción que se airea a través de los medios de comunicación genera una gran ola de indignación ciudadana, pero, luego, a la hora de la verdad, en el momento de hacer revisión y acudir las urnas, resulta sorprende que el ciudadano medio no cumple con su obligación de ajustar cuentas democráticas y castigar en las urnas a aquellos partidos que han abusado de la confianza del elector y se han lucrado de su puesto.
También aseguran las encuestas del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) que la corrupción es uno de los principales problemas de España y que la clase política es una de las profesiones peor valoradas por los ciudadanos. Siendo todo esto verdad, insisto: ¿Por qué luego se vota con la mano puesta en la nariz y se obvia el castigo democrático de las urnas a los políticos y partidos corruptos?
A los nuevos partidos políticos, Ciudadanos y Podemos, están menos afectados por este tipo de escándalos, aunque sólo sea porque no han gozado aún mucho tiempo del ejercicio del poder y, por ello, no han tenido tiempo de corromperse, aunque ya hay casos aislados.
Ante las elecciones del 26J ya han comenzado a publicarse las primeras encuestas y los resultados siguen siendo sorprendentes: los partidos políticos con mayor número de casos de corrupción en los juzgados y con más condenas firmes van en cabeza en la preferencia de voto.
La única explicación sociológica posible es que al español medio le da igual la corrupción y que si alguna vez estuviera en el lugar y la posición de un político que se aprovecha de su cargo, él actuaría de la misma manera. Por eso hay benevolencia ante el corrupto. Su actuación, en el fondo, causa envidia. La repulsa queda sólo para la barra del bar. Llegado el momento de las urnas, no se castiga al corrupto sino al contrario, se le premia. Es la eterna España de Rinconete y Cortadillo, del Lazarillo, del Tempranillo, de Luis Roldán, la Pantoja y del Dioni.
El gen de la corrupción tiene que ser innato en el español medio. O algo así.

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