Cerillero era la persona que se dedicaba a vender tabaco o cerillas, en bares o cafés, de manera consentida por el dueño. Colilleros se les llamaba a los que iban por la calle recogiendo colillas que luego mezclaban y fumaban.
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Maximino Cañón
11/3/2016 - 03:30
Hace unos días, cuando regresaba a casa por una de las principales vías de nuestra ciudad, observé con atención como una persona, se agachaba y recogía una colilla, de esas que todavía tienen mucho que fumar, y con sumo cuidado la introducía en el bolso. Sería para después de comer, si es que tenía que comer. Porque según dicen los médicos y entendidos el fumar quita el hambre y, en muchos casos, la vida.
Hoy nadie entendería que en los bares o cafés existiera un hombre, normalmente con alguna minusvalía, que se ganara la vida sentado al lado de un pequeño puesto en el interior del local para abastecer las necesidades de los clientes (incluido algún pequeño préstamo) principalmente, de farias, cigarrillos y cerillas, que eran el complemento, junto con el café y la copa, que formaban el denominado ‘completo’ que, como un rito irrenunciable, tenía lugar en el establecimiento habitual del barrio. De todas las formas, y sin criticar ni ponderar el pasado, en cuanto a fumar se refiere, quien nos diría que se iba a prohibir fumar en todo tipo de establecimientos, y con el tiempo en la calle, y, lo más importante, que se respetaría a rajatabla, aunque eso llevara consigo el tener que fumar en la calle soportando los rigores invernales leoneses.
Esto merecería una mayor explicación y desarrollo pues el tabaco en aquellos tiempos, y en estos para algunos, era como el alimento necesario. Muchos de los lectores se acordarán de los recipientes para introducir cigarrillos que se ponían en los establecimientos hosteleros con destino a los ancianos de la ‘beneficencia’. También sigo escuchando a quienes recuerdan los tiempos de la posguerra en donde, además de las restricciones alimentarías, había otra que afectaba a los fumadores y se regulaba mediante la cartilla de racionamiento para el tabaco. Siendo los de más de 18 años los que podían adquirir la ‘cartilla de fumador’, también existía la picaresca del momento, pues habiendo gente que no fumaba compraba tabaco para cambiarlo por alimentos. El caso es que antes, como ahora, la mayoría seguimos echando humo aunque en los locales públicos, esté prohibido fumar.
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