En los bares se fumaba, se jugaba, se bebía y se charlaba con los amigos, de ahí que muchas de las historias que se conocen hayan tenido lugar en esos indispensables lugares albergando situaciones dignas de no ser olvidadas por ocurrentes.
Archivado en: Maximino Cañón, bar. ingenio, anís
Maximino Cañón
04/3/2016 - 01:10
Por todo ello, y mientras la ‘cosa' (cosa=política) no se solucione, me limitaré a contar algunas anécdotas de esas que cada cual conoce y que nos hacen, de vez en cuando sonreír, a pesar de acostarnos y levantarnos escuchando la conocida expresión de: ‘Con la que está cayendo'. Aunque la mayoría de nuestra generación no ha vivido lo que voy a contar, algunos lo hemos conocido por transmisión oral. Se hablaba de un famoso café de nuestra ciudad, en donde a principios del siglo pasado alternaba lo mejorcito de la sociedad leonesa y en el que se contaban las cuitas que, tanto en el mencionado establecimiento como en el resto de la ciudad, habían tenido lugar. Todo ello, normalmente, al lado de un café, una copa de ‘coñac' (todavía no se nos había obligado por presión afrancesada a llamarle ‘brandy') y un puro humeante, que normalmente era una faria de fabricación española, y si era de Coruña mejor que mejor, cuando entre lo poco que en esta pequeña ciudad había acontecido se comentó lo siguiente: "D. José, hombre conocido por su pedigrí y alcurnia, era muy aficionado al ‘anís o anisete' hasta tal punto que el médico le había prohibido su consumo, salvo, como su esposa manifestó, una pequeña copa de vez en cuando acompañada de un vaso de agua. Con el fin de no caer en la tentación habitual y poner en peligro la salud, el citado D, José siempre salía de paseo con su mujer, quien le permitía una pequeña copa de anís, por aquello de matar la ansiedad. Lo cierto es que a pesar de haber ingerido la minúscula cantidad que la copa de anís albergaba, el regreso a casa se producía con un colocón de esos de no te menees. Ante tal circunstancia la esposa le dijo al médico: no es posible, si toma una pequeña copa de anís acompañada de un vaso grande agua. Ante tal aseveración se llevaron a cabo las correspondientes pesquisas y resultó que, dicho bebedor, en combinación con el barman de turno a cambio de una suculenta propina a escondidas este le propiciaba un vaso de anís y una copa de agua, y es que la picaresca no tiene límites.
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