Los resultados de las elecciones generales han deparado algunos titulares catastrofistas. Ni el resultado es un monumental lío ni España se ha convertido en un país ingobernable. El resultado hay que verlo con una gran oportunidad para la clase política. Una oportunidad para cambiar la forma de gobernar y, sobre todo, una oportunidad para reiniciar una estrategia de gobierno basada en el pacto, la negociación, el diálogo, la renuncia, la generosidad y la visión de Estado.
Archivado en: Francisco J. Martínez Carrión, 20D, diálogo, PSOE, PP, Ciudadanos, Podemos, Albert Rivera, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias, Pedro Sánchez
Martínez Carrión
23/12/2015 - 04:40
Tras los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas hubo muchos agoreros que anunciaron la ingobernabilidad de muchos ayuntamientos, autonomías y diputaciones. Seis meses después, todas esas instituciones tienen constituidos sus gobiernos, todos han logrado una mínima estabilidad y todos han puesto en marcha estrategias encaminadas a resolver los problemas de los ciudadanos.
Ahora va a suceder lo mismo. El pueblo suele ser sabio y ha optado por una fragmentación política del Parlamento. Ha castigado a la mayoría absoluta que ha actuado con una enorme soberbia en los últimos cuatro años y ha primado a los partidos emergentes, pero sin concederles un voto en blanco. Es decir, todos tienen que trabajar para dar un sentido al puzle en el que se ha convertido el Congreso de los Diputados.
Y todos deben comenzar por asumir la lección de las urnas. Esta vez no vale que todos hayan ganado porque no es verdad: todos han perdido. El PP se ha dado un gran batacazo al perder unos sesenta escaños, que se dice pronto; el PSOE ha obtenido el peor resultado de su historia al quedar muy por debajo de la barrera roja de los cien escaños; Podemos no se ha convertido en una alternativa real de gobierno ni en bisagra decisoria; y a Ciudadanos se le han indigestado las encuestas, obteniendo un buen resultado pero a todas luces insuficiente y ha fracaso en su estrategia de convertirse en un aliado necesario.
Cuatro grandes partidos condenados a entenderse de alguna manera para hacer gobernable España. No vaya a ser que, al final, tengan que ser los partidos minoritarios nacionalistas, independentistas y localistas los que decidan el gobierno a cambio de unos chantajes políticos que, ya sabemos por experiencia, sólo conducen al desastre, como lo estamos viendo en Cataluña.
Peor situación política vivió España a finales de la década de los setenta y comienzos de los ochenta, con un Parlamento aún más fragmentado que éste, con la amenaza de un golpe de Estado y con el brutal terrorismo de ETA actuando todos los días. Y aquellos políticos sin experiencia consiguieron sentarse a la mesa y sacar adelante la Constitución del 78, los pactos de La Moncloa y hacer frente con éxito a la amenaza del terrorismo. ¿No vamos a ser capaces en este inicio del siglo XXI de repetir e incluso mejorar aquella capacidad de superación política, aprovechar la experiencia acumulada y dar una respuesta eficaz a la demanda de los ciudadanos a través de su expresión soberana en este 20D?
Pues claro que sí. Seamos optimistas.
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