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Categorías del dolor

Mira que son cansinos algunos con ‘yesuipaguí' y toda su hipocresía, cuando la única preocupación de un partido político consiste, en rentabilizar al máximo esa desgracia en la que muchos habrán visto un nuevo semillero de votos, quizá sustitutivo del extinto terrorismo vasco, y que además una posible movilización internacional de tropas no le pase factura en las urnas que se acercan, oh la la.

Archivado en: Javier Cuesta, terrorismo, dolor, París, yihadismo, Bagdad, Beirut, Gaza, Damasco, Kabul,

Javier Cuesta
27/11/2015 - 03:30

¿Y lo bien que le vino al presidente de las tres eses que el suceso fuera en París para alargar la última consonante, como deslizándose? ¿Y lo bien que le vino a esa regidora el minuto de silencio para estrenar el echarpe que tanto combina con una carita compungida? ¿Y lo bien que le vendrá a Europa apelar a la seguridad para seguir recortando derechos?
Hipocresía e injusticia comparativa. Sabemos más sobre la vida del cerebro de esta operación que del pasado de nuestra suegra. Pero cada poco explosiona un artefacto en Bagdad, en Beirut, en Gaza, en Damasco, en Kabul... y el suceso ocupa un instante del telediario. Atentados en lugares sobre los que países occidentales que se llaman civilizados han puesto sus manazas hasta convertirlos en un polvorín. Y sobre los que muchas veces se efectúan bombardeos que llaman quirúrgicos, qué sarcasmo: ¿es que allí no hay víctimas civiles, es que esos civiles no son inocentes, es que esos inocentes no tienen familiares, es que esos familiares no saben hablar ante un micrófono, es que...? Pues ahí no hay velitas ni conexiones en directo ni miles de comentarios chorras en las redes ni siquiera selfies de locutores tontainas. Sólo hay muertes en desiertos lejanos, como diría cierto ex-presidente que en vez de ser juzgado imparte charlas internacionales de geopolítica.
Es muy claro que existen privilegios hasta en el dolor. Lo vimos aquí, sin alejarnos tanto, en el desigual tratamiento de una niña bien americana asesinada cuando hacía el Camino, Asociaciones jacobeas encargando misas por ella en cada etapa, o una chica mala africana asesinada cuando hacía la calle, ni misas ni pollas. Nada que ver ambos casos, ni en la investigación policial ni en la cobertura informativa ni en los homenajes. Hay cadáveres exquisitos y muertines para olvidar, hay llanto de primera y de segunda. Lo mismo en desgracias colectivas que personales: diferentes para vivir y para morir. Así es la cosa.

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