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Un amigo de León

De la orina a las recetas veterinarias

Cuando los pueblos del alto Curueño, aunque carentes de lo que hoy llamamos bienestar, agua corriente y luz, se mostraban llenos de vida, la mayoría de las localidades tenían: cura para cada dos o tres localidades. Maestro para cada pueblo, lo que explica el porqué de que aunque siendo de pueblo eran gentes con buenos conocimientos.

Archivado en: Maximino Cañón, vacas, Feria de San Andrés, orina, veterinarios,

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Maximino Cañón
27/11/2015 - 02:20

Lo que hoy cuento lo viví siendo testigo de excepción teniendo como protagonista a un argollano de pura cepa, vecino de Cerulleda, que había bajado a León en el tren de Robla (hoy FEVE... o lo que sea), por ver si compraba una vaca en la Feria de San Andrés. Era un tipo peculiar, y con conocidos en el bar en que se encontraba, donde se reunían la mayoría de los que, con motivo de la feria, bajaban a León. Y estando en conversación con Lino Prieto, amigo y conocido locutor de radio de por aquel entonces, le contaba el motivo de encontrarse en León. Al mismo tiempo le relataba, vara en mano, café en la otra y cigarro en los labios, lo que hacía pocos días le había sucedido en el pueblo. Se le había entelado una vaca, con el consiguiente riesgo de muerte del animal, originando retenciones de líquido, lo que aumentaba el peligro al hacer varios días que el animal no orinaba. En consecuencia, decía el afectado, después de pasar varias noches en vela por ver si la ‘vaca' orinaba, lo que disminuiría la amenaza de muerte del animal, me desplacé a Boñar, (continuaba) localidad con veterinario y medios para combatir el mal. Una vez llevada a cabo la consulta correspondiente con el veterinario del lugar, se marchó para el pueblo con el caro (500 Ptas.), pero esperando remedio en forma de pastillas que, después de haberle hecho la descripción de mal que aquejaba al animal, el veterinario le había expedido una receta con la que esperaba solucionar el problema. De vuelta en el pueblo, se dirigió a la cuadra donde se encontraba el animal, cuando, en ese mismo momento, sin dar tiempo a que se le administrara la receta correspondiente, la vaca levantó el rabo y se puso a evacuar orina de manera continua y abundante despejando el riesgo que por la retención de liquido podía llevar a un desenlace final al animal. Entonces yo, manifestó el narrador, que había pagado los "cien duros", la dije: "Mear mearás, pero las pastillas te las tomas, por la madre que te parió"...

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