Primer supuesto: me levanto (amanezco, precisan en mi pueblo) con escalofríos, dolor y fiebre, llamo al teléfono de mi tarjeta sanitaria, se pone una mujer, es decir, una voz enlatada de mujer (¿mujer joven, señorita, señora jubilada que ha dejado su voz en herencia al Ministerio?), la voz impersonal me indica los pasos, no sé cuántos números debo marcar según diferentes opciones, yerro en un dígito, los escalofríos aumentan, la voz fija una hora i-na-mo-vi-ble, grito pensando que me oye, ignoro cuándo estaré mejor para acercarme a consulta pero ¿a quién se lo digo? De tanto hablar la garganta empeora, trago un ibuprofeno y vuelvo a acostarme (a echarme, precisan en mi pueblo), al rato pasa el dolor y casi la fiebre, mas aumenta el nerviosismo por todo el proceso y debo marcar otra vez, no para el de cabecera sino ya para el psiquiatra...
Archivado en: Javiaer Cuesta, cita previa, sanidad
Javier Cuesta
30/10/2015 - 03:03
Segundo supuesto: revisión en el hospital, en alergias por ejemplo, y a las nueve ya llevan una hora de retraso en la consulta, entendible quizá al final de la mañana, pero ¿a primera hora?; sospecho, ¿se puede sospechar?, que una de dos, o citan para toda la península desde Canarias o están compinchados con el concesionario del párking del complejo hospitalario, porque noventa minutos no te los quita nadie y eso son dos euros; y otra sospecha, o más bien convicción: los móviles se inventaron básicamente para apaciguar a los pacientes impacientes en las salas de espera...
Ahora sin ironía, y sin exageración: como la historia es cíclica, la realidad es que nuestra Seguridad Social fue en origen desastrosa, luego ejemplo y orgullo ante el mundo y hoy de nuevo caótica, empeñada en ser otra vez defectuosa e irregular, graves efectos sólo aminorados con voluntad y trabajo de profesionales entregados. Es lo que tiene haber elegido un Gobierno cuyo plan era desmantelar la sanidad pública y ponerla en manos privadas, de amigos a ser posible. Para ello, antes había que degradarla y ahí estaba una ministra de perfil bajo pero alto sueldo en B. Objetivo cumplido: otro éxito de esas lumbreras y sus políticas de recortes y privatizaciones (en favor de compadres) que además se burlan de nosotros hasta en vídeo; tiene mucha guasa que hayan elegido jugar a los médicos para lanzar su campaña electoral. Aun así, todavía me quedan ganas de llamar a la ex ministra, a la superstar de la gürtel, a la reina del ébola, y decirle que yo por la sanidad pública, ¡Mato!
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