Sentimientos encontrados, buenas y malas noticias se mezclan cuando un hijo empieza en la Universidad: él se ha hecho mayor y tú muy mayor, él inicia con ilusión algo que tú ya has olvidado con decepción. Exacto, decepción primero porque la Uni deja poco poso; nadie vuelve luego por allí ni de paseo, tras un lustro yendo cada día. Y fiasco después porque sirve habitualmente de muy poco para los estudiantes más ortodoxos: recuerdo colegas que dormían de mañana, fotocopiaban por la tarde, estudiaban de noche, no pisaron la facultad salvo para los exámenes y han llegado finalmente lejos en... ¿lo adivinan?, en la política, por supuesto.
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Javier Cuesta
02/10/2015 - 02:20
Esa decepción académica, tal descompensación entre esfuerzo y resultado es algo muy acusado en el ámbito universitario. Más ahora cuando casi nadie se acaba dedicando a lo que estudió y las únicas salidas posibles son... por tierra, mar y aire. Hace unos meses un experto, alto directivo de la empresa privada y ex-profesor universitario español, hacía una interesante reflexión al ser entrevistado en la revista Jot Down. Venía a decir que a pesar de la base social que permite hoy acceder a educación y universidad, los chicos siguen teniendo distintas oportunidades dependiendo no sólo de los medios sino de los horizontes de visión de sus padres, entre otras cosas porque las habilidades que se enseñan en el colegio o en las universidades son distintas de las que se demandan en el mercado, en la vida, ahí afuera. Eso declaraba él y uno no puede estar más de acuerdo, a la vista de la propia experiencia. La universidad debiera estar para ofrecer algo más que conocimientos de papagayo; también esas habilidades y capacidades prácticas. Tendría que servir para descubrir emprendedores e ideas, líderes y técnicas para moverse en el mundo, o mejor aún, para cambiarlo. Eso echábamos de menos hace un cuarto de siglo en el Campus de Vegazana y eso echarán de menos hoy. Poco ha virado el panorama; si acaso se habrá agravado en la época post Wert, el afrancesado.
Así las cosas, gran responsabilidad, pues, para un padre que debería guiar social y laboralmente a su hijo y sin embargo el único consejo útil que le puede dar es el del chiste de las redes, que al fin tiene poca gracia: "anda chaval, estudia o de lo contrario no te contratarán en Alemania el día de mañana".
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