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Andancio literario

Libros nuevos, historias viejas, miles de títulos... ¿Quién auguró el fin del papel? Lo que se acabará, a este paso, será la selva amazónica. ¿Tanto se escribe, tanto se edita? Pues sí. El genio aventura una teoría: es por tanta gente en desempleo, que dispone de tiempo o busca el pelotazo de un éxito editorial. Puede. Eso y la moda, el andancio literario. Millás aseguraba hace tiempo que en cuanto uno sale en la tele, inmediatamente ya escribe un libro, es lo siguiente que hace, y no unas docenas de páginas sino un tocho, nada de condensar sino explayarse, lomo gordo ande o no ande.

Archivado en: Javier Cuesta, Juan José Millás, andancio literarioi, filandón

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Javier Cuesta
17/7/2015 - 04:40

No hay actor, director de museo, árbitro, torero, periodista o político que resista la tentación de escribir (o que le escriban) un libro. Peor, de publicarlo. Peor aún, de presentarlo en un acto patético, bien por desolación o bien por muchedumbre, da igual. Ya saben, opción A: autor desconocido, cuatro gatos, familiares y amigos, público entregado por tanto. Opción B: autor famoso, Nobel con novia reciente o académico con exceso de hormonas, gentío, tropa entregada por tanto. En ambos casos, igual formato: ego subidísimo, asistentes tratados como párvulos, presentador más protagonista que el propio autor, felaciones mutuas a lo señor Lobo y gracias, gracias, muchas gracias.

Sin salir del empedrado leonés: la consigna parece ser que cada día se presente un libro, por lo menos. Ni siquiera el bochornazo logra disuadir a tanto literato desatado de convocar a sus miles de lectores al caer la tarde. Hay hasta personajes por entero intercambiables, que juegan los distintos papeles de presentador/autor sucesiva o casi simultáneamente y parecen buscar el batir algún record, como esos pregoneros de las fiestas patronales que siempre son los mismos. Hoy esas presentaciones librescas son más frecuentes que las aperturas de badulaques chinos y duran más que el fútbol con prórroga. Si a ello se añaden recitales, firmas y filandones, la agenda de tales actos está tan recargada que sería imposible seguir esa hoja de ruta sin pedir una excedencia laboral. Se diría que aquí hay un escritor o poeta debajo de cada piedra, y mira que tenemos muchas en esta Cuna de cantos labrados, vasijas únicas y primeros parlamentos. Sin embargo, la clave es: ¿y cuántos versos comparables con uno sólo de Cernuda y qué libro de nuestros paisanos pasará a la historia de la literatura?

 

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