Creo que en tiempos de elecciones, importantes a todas luces, conviene aderezar con otros hechos que, sin estar inmersos en la política, tienen una relación directa con la misma y contribuyen al desengrase que la campaña proporciona. Me quiero referir a algo que aconteció en León, y que al recordarlo me reconforta con las campañas, cuando con mucha ilusión se acudía a las sedes de los partidos, cada uno al que se identificaba con sus ideas, a colaborar. Vamos al hecho en cuestión.
Archivado en: Maximino Cañón, elecciones
gentedigital.es
15/5/2015 - 11:14
Se encontraban unos trabajadores, de los que realizan mantenimiento y a los que la ausencia de averías les hace disponer de algún tiempo para fumar un cigarrillo en la ventana, entonces se podía fumar en el centro de trabajo. En una de ésas, uno de ellos advierte que una persona, de las que estaban ensobrando papeletas en la sede de un partido político, a poca distancia del mencionado centro laboral, se dirigía a un bar restaurante cercano y al poco tiempo salía con sendas bandejas destinadas a los ensobradores del partido. Es cuando al trabajador que observaba la operación desde la ventana de la empresa se le ocurrió la brillante idea de exponer al resto del turno el hacerse pasar por uno de los hombres del partido, en cuya sede se estaban metiendo papeletas y para los que de vez en cuando se salía a por unas bandejas de langostinos y fiambres, amortiguando de esta forma el incipiente apetito de la tarde que, de una manera gratuita y diferente al socorrido bocadillo que la madre o esposa preparaba cada día. Una vez acordada la estrategia a llevar a cabo, y previa llamada telefónica advirtiendo de que próximamente iría una persona del partido a por otras viandas, acuerdan quién iba a ser el portador del ansiado manjar. Al preguntar el dueño del bar como las querían las viandas, éste le dijo, variadas: de todo un poco y las apunta con las demás. Dicho y hecho, a los pocos minutos el elegido se dirige al bar, que tenía ya preparadas las bandejas y, nada más decirle de parte de quién venían se las pusieron, nunca mejor dicho, en bandeja, una en cada mano, hasta luego y buen provecho. El caso es que se comieron, no se pagaron, aunque a buen seguro que los del bar las cobraron, y llegado el día de las elecciones, todos votaron (cada uno a quien quiso) comprobando lo provechosa que algunas veces es la política.
P.D.: A M.A.B. por su valiosa información.
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