Esquematizando mucho, la historia de esta ciudad -o de esta región; acaso de este país- mutatis mutandis podría escribirse así.
Archivado en: Javier Cuesta, alternancia política,
Javier Cuesta
27/3/2015 - 04:40
Un partido político de izquierdas llega al poder -excepcional, coyuntural, milagrosamente: por una causa aislada, por pacto, moda, inseminación artificial o por generación espontánea, por lo que sea, da igual- y llega con ganas y quiere trabajar y hacer cosas, y las hace. Llega con empuje, con ideas, dulcifica las formas, el trato es más cercano. Y se hipoteca, se endeuda para hacer obras e infraestructuras pensando que seguirán confiando en esa opción política y de gobierno, y calculando que ya afinará esos gastos en el futuro, poco a poco. Quizá le dé incluso por eliminar (por ejemplo) un paso a nivel ferroviario, una barrera centenaria en una barriada obrera, y quizá reciba a cambio la recompensa de la derrota en ese mismo barrio; pudiera ocurrir tal cosa insólita, pudiera ser. Ese partido, es cierto, también se crece y mete la pata, toca poder y se lo cree, y entonces a sus errores -por menores que sean, comparativa e históricamente- les ponen altavoz los voceros mediáticos de la derecha -es decir, casi todos- y llegan otras elecciones y pierde el poder de nuevo, como siempre, para siempre...
Una formación de derechas llega al gobierno -local, autonómico o estatal, da lo mismo, todos son suyos- por inercia, por norma, por trampa, por herencia o por indigencia mental del votante, por lo que sea, da igual, pero llega. Llega siempre y no hace nada, ni mejora ni repara ni invierte y en consecuencia reduce la deuda y a eso lo llaman buena gestión, y sus amplificadores mediáticos venden esa gran gestión de la nada y a cambio son domesticados mediante convenios y publicidad... y ese partido, que puede estar gobernando eternamente en un territorio -ejemplo: tres décadas en Castilla y León, sin cambio, sin relevo en el desgobierno- aún así es capaz de echar al prójimo la culpa de la ruina, de la situación de atraso y fracaso; y ese mismo grupo político anota en su haber lo que va bien e imputa al otro -que, recordemos, estuvo gobernando puntual y fugazmente- todo lo que vaya mal e invocan como un mantra la herencia recibida... y ganan y ganan y vuelven a ganar y se instalan en el poder como siempre, desde siempre y para siempre...
Es lo que de forma engañosa llaman alternancia. Ya digo, esquematizando mucho. O no tanto. O casi nada.
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