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Un amigo de León

Vinos sin rosas (1)

Ya no se bebe tanto vino para alternar como se bebía antaño. En muchos casos ha sido sustituido por la cerveza que hombres y féminas degustan con placer. También ha sido casi desterrado en su totalidad nuestro Brandi español por otras bebidas espiritosas, foráneas en su mayoría.

Archivado en: Maximino Cañón, vinos, Osborne, Terry, Domecq, coñac, brandy

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Maximino Cañón
05/12/2014 - 03:30

Antes entraba uno en cualquier bar y te encontrabas con una amplia representación de los buenos y numerosos brandis que, aunque con nombres de origen inglés, por su asentamiento en tierras jerezanas de los Osborne, Terry, Byas, Domecq y otros, eran conocidos como marcas de ‘coñac'. Al lado, como jugando en una división inferior, pero que muy inferior, se encontraba el ‘orujo o aguardiente', presentado en una botella sin etiqueta cuya calidad a los sumo, sobre todo si era gallego, se manifestaba por el rosario o burbujas pequeñas que rodeaban la copa en la que se servía. Normalmente se relacionaba con el estatus social de quienes lo consumían, habitualmente de menor poder adquisitivo que los que tomaban ‘coñac' en copa grande, previamente calentado con agua caliente o vapor proveniente de la cafetera ‘Express'. Eso sí marcaba la diferencia y además impresionaba a la concurrencia.
Dicho esto me voy a centrar en alguno de los personajes que tuve la ocasión de conocer en aquellos tiempos. Era frecuente ver por los bares o tabernas del aquel León antiguo a personas conocidas por su adición a las bebidas, algunos por vicio, otros, decían, por no recordar vicisitudes que habían golpeado a sus vidas y de esta forma, y por aquello de que "con el vino se quitan la penas", creían olvidar. Tuve la ocasión de conocer a varios de ellos, las cercanías de la Estación de Matallana, hoy estación de la FEVE, atraía a muchos de ellos que, al mismo tiempo, subsistían con el cargue y descargue. Pero había uno muy simpático y querido por la gente del barrio que alternaba por los bares y tabernas del entorno. Le llamaremos ‘el brocha' (éste no era su verdadero apodo). Casi siempre iba vestido limpio, con un mono de la época ‘con peto y tirantes azules', y sentado en el bar a la espera de que algún bondadoso y conocido (repito que era muy querido) le invitara a cualquier consumición del momento, preferible vino del país, lo de lo vinos con denominación de origen vino después.

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