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obituario

Sit tibi terra levis, Martín Martínez

Es una voz que oigo llegar de los lugares más queridos de mi memoria: verano, Boisán, la radio, infancia, Martín Martínez.

Marifé Santiago Bolaños
22/9/2014 - 09:37

Es la presencia siempre compañera en las calles de Astorga, los martes de mercado y las tardes delicadas de cualquier momento, cuando la luz se queda todavía un poco más para gozo de poetas paseantes. Martín en los jardines, en las plazas que acuden a la llamada de la melancolía y sus instrumentos. Martín, entonces, guardián de memorias y otros tesoros, el saludo siempre ancestral, íntegro, envuelto en cariño.
(Memoria agradecida: Martín Martínez no tenía rostro aun, quiere hacerme una entrevista, ese libro de Boisán... La invitación: Ronda Poética, el último verano de mi padre, en el Aljibe, con Carmen Busmayor... Tres cuadernos de bitácora, mi primer libro publicado de poemas. Ejerció de mediación indispensable Martín Martínez. Cuánto han pasado los años sin que se hayan llevado ni un ápice de esa mi memoria agradecida. Los encuentros en cada hecho que colmase de rigor el alma: conciertos, conferencias, cantos de las aguas simbólicas que acaban convirtiéndose en versos. Ay, Martín, querido propiciador de tantos días y de tantas horas...)
Cronista, escribidor, es decir, viajero por los paisajes que traen y llevan el mundo al mundo, solemne y senatorial como los sabios antiguos que han de venerarse en el porvenir para que el porvenir merezca recordarse, te vi por última vez el verano que ahora termina sin que tú puedas decirle adiós. Impartiste una conferencia de despedida entrañable, sin debilidad ni duda. En el Palacio Episcopal, tu voz desentrañó sentimientos e imágenes con el afán de la lealtad y sus frutos. Le levantaste el velo a la memoria urgente, con trazas de enamorado y con seguridad de hombre que no tiene miedo a lo que mañana vaya a traer. Sé que quienes construyeron en el pasado el Palacio, los primeros que lo contemplaron, quienes lo fueron elevando con sus manos y con sus pensamientos, también estaban allí. Y a medida que tú hablabas, sus sombras nos pedían que mirásemos hacia un rincón de la sala donde una vez se sentaron a contemplar lo que ahora estábamos escuchando, hacia un detalle de las columnas, hacia un vacío que tu voz convertía en manuscrito. El tiempo y sus habitantes te acompañaron, como te acompañamos tantos amigos y admiradores fieles, que seguiremos recorriendo por ti y para ti las calles de este territorio de dulzuras y regalías para el corazón que una vez nos permitió encontrarnos contigo.
Que granos de metafísica tierra leve, amigo mío, te cubran con el cuidado que tú repartiste, generosamente, amistad. Tu aparente ausencia no es más que un hacerle compañía a los vencejos y golondrinas que se han ido a buscar la primavera, dejando un rastro de saber grabado en todas las esquina de la luz.
Amigo Martín: te vamos a echar de menos...
El Espinar, 18 de septiembre de 2014

 

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