Paseamos por las calles y nos acompañamos con las últimas tecnologías en materia musical y radiofónica. La verdad es que si nos ponemos a pensar parecemos una promoción de pilotos o de porteros de discotecas que, auriculares en ristre, interiorizamos cientos de canciones haciendo más ameno el paseo o la carrera. Quién lo iba a decir cuando no hace excesivos años el escuchar canciones, o piezas musicales en la radio, se hacía en silencio en cada casa y que, al contrario de lo que sucede hoy, duraban décadas sus éxitos.
Archivado en: Maximino Cañón, radio, televisión, 'el parte', RNE, transistores
Maximino Cañón
08/11/2013 - 03:03
Tener una radio, con la que, por cierto, no ha podido ni la TV, impregnaba los hogares de alegría y de vida. Quien con una cierta edad no recuerda aquellas antenas extensible que, para evitar interferencias, se colocaban generalmente en las cocinas, al mismo tiempo que, la magia de la radio hacía compañía al ama de casa en las tareas del hogar. También, como siempre ha sucedido, y sucederá, ha habido rotos para los descosidos (hoy sobran transistores y medios radiofónicos) donde se podía acceder a los tan deseados programas radiofónicos sin tener que poseer un aparato para escuchar ‘el parte' y ‘la música' de verdad y que costaba un buen dinero. Entonces aparecieron en escena, sobre todo entre la llamada gente joven, las ‘Galenas' y que quienes tenían una ligera idea sobre la electrónica o radiofonía construían partiendo, como base, de una caja de puros o farias conectando un cable al somier de la cama y el otro al de tierra de la luz, te permitía escuchar a través de unos auriculares de baquelita, las emisoras locales en la más estricta intimidad que proporciona la oscuridad de las noches. Antes de dormirte, o de que se acabara la emisión, que quitando RNE que aquí no llegaba, el resto de la programación finalizaba, irremediablemente, a medianoche. Por aquel entonces, estaban dos amigos metidos de lleno en la construcción de la codiciada Galena cuando el que más sabia de la cuestión le dice al otro: pincha con el alfiler en esta parte del cable de la luz . ¿Da corriente?, le pregunta. A lo que este le contestaba que no. Acto seguido el más técnico dice en voz alta: Coño¡ entonces el que da corriente es el otro. Si es que no puede uno fiarse de nadie, pero es que el tener una galena merecía la pena, aun a costa de correr el riesgo de sufrir un calambrazo.
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