Eso es lo que se dice en estos días en los que, por primera vez, se saborean los rayos del sol, aunque acompañados de una pequeña brisa a la que, mi amigo Andrés Trapiello, llama 'levanta cenas'.
Archivado en: Maximino Cañón, verano, agua, baño
Maximino Cañón
05/7/2013 - 03:30
Y es que en esta tierra de pieles duras y curtidas, acostumbrados a los ‘bajo ceros' en invierno, esperamos con inquietud la llegada del verano (o, mejor dicho, del buen tiempo, que no es lo mismo) para lanzarnos al agua allí donde se nos presente; bien sea el socorrido río, piscina pública o privada, o en la deseada playa para, una vez despojados de la ropa exterior lanzarnos al agua y decir aquello de ¡está buenísima!, aunque esté helada, o, sólo se nota un poco cuando te metes. Pero la verdad es que el deseo de bañarte está por encima de la climatología. Es importante lucir el palmito, para suscitar envidias entre los amigos/as, cuando apareces frente a ellos con el cuerpo musculado, fruto de las sesiones que durante el invierno, y sobre todo en los meses cercanos al tiempo de baño, te has metido en el gimnasio. Resulta familiar participar en conversaciones, mientras te untas de protección solar para ponerte morena/o, en las que el protagonismo lo lleva la explicación de ¿qué es lo que has hecho para tener ese tipo?, si yo casi no como y mira que barriga tengo. Pues, lo de todos años, contesta la otra parte; trabajar y comer normal. ¡Ja, Como si las demás fuéramos tontas! Ésta lo que le pasa es que lleva todo el invierno a régimen y tomando sesiones de rayos Uva para pasarnos el tipo y el color de piel por los morros. Atrás quedan los tiempos de taparrabos baratos, para los hombres, y de flotadores de corcho para el baño en el desaparecido Maragato. Lo de las bebidas de colas y naranjas de marca vino después para acompañar a los bocadillos de tortilla o filetes empanados que en casa te preparaban, cuando la economía lo permitía. Hasta aquí hemos rememorado los tiempos en los que el bañarse suponía dar rienda suelta a un deseo irrefrenable de tomar contacto con el agua, sin ninguna otra pretensión. Hoy las cosas han cambiado y la gente se baña en grandes playas y en buenas piscinas en los hoteles de la costa. Pero lo que de verdad, de verdad, está en el candelero son los baños que algunos se pegan regodeándose en oro, mientras el resto del país...ni lo cuento, porque en esta columna no me cabe.
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