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Apuntes de una alcaldesa

'Madreñinas'

Escondido entre los pliegues de sus arrugas Claudio guardaba el más precioso tesoro: su libertad. De mirada altiva, sonrisa picarona y porte erguido, clavaba sus ojos en la vida riéndose de todos, hasta de sí mismo. Pertenecía a esa generación que tuvo que tragar una guerra y eso le dejó marcas en el alma; esas huellas que ni el tiempo ni los buenos momentos son capaces de borrar.

Archivado en: Ana Isabel Ferreras, Gradefes, Madreñinas, Claudio

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Ana Isabel Ferreras / alcaldesa de Gradefes
23/11/2012 - 01:10

Eligió vivir alejado del pueblo, a las afueras de lo que consideraba civilizado y no quería compañeros en su viaje diario, sólo sus animales y ese perro que aún no ha dejado de ladrar, en un desgarrado grito de desesperanza.
La vida de Claudio fue como él quiso que fuera, sin ataduras ni compromisos. En su casa no había luz eléctrica ni agua corriente, no lo necesitaba. Se servía directamente de la fuente y la luz se la brindaba la lumbre. Tenía perfil más de búho que de alondra; le gustaba trasnochar y cerrar el día apostado en el caño de Gradefes, animando las conversaciones de los verbeneros que regresaban de fiesta. Todos le conocíamos y creo que todos le apreciábamos. No es habitual encontrar personajes así hoy en día. Me gustaba bromear con él sobre una entrevista en la prensa que quedó pendiente, y a él le gustaba la idea de compartir su forma de ver y vivir la vida.
No conocía medicinas ni tratamientos, no sufría los males habituales de su edad, tenía 93 años, una salud envidiable y le gustaba alardear de ello. El puro era su compañero fiel, al igual que la corbata y el traje cuando bajaba al pueblo. A pesar de vivir solo, siempre estaba acompañado de algún vecino charlando en la entrada de su "rancho". De conversación fluida e ingeniosa, no dejaba indiferente a nadie y siempre te arrancaba unas cuantas sonrisas. La primera vez que me vio, después de mi nombramiento como alcaldesa, me miró de arriba abajo, un tanto insolente y poniéndome en guardia me plantó un: "Oye.. hay que ver,... vaya valor que tienes eh!". Lo recordaré siempre, al igual que el pasado 9 de noviembre, cuando lo encontramos escondido en esa cuneta, en la que llevaba tres días y de la que no pudo salir. Dicen que es necesario alimentar la Memoria porque el Olvido crece solo. Para él y por ello In Memoria.

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