El cáncer de mama es, junto al de pulmón y colon, una de las diez causas de muerte más frecuentes en las mujeres de edad avanzada de todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud. Cada año, en España, se diagnostican 20.000 nuevos casos de este mal. En la Residencia Oncológica de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC), en Madrid, nos esperan Mari Pepa Gamo y Eugenia Díaz (Geni), dos mujeres que han ganado la batalla a la enfermedad, y que ahora echan una mano en el departamento de ‘screening’ de mamografías de la AECC, y también como voluntarias testimoniales, en hospitales.
“PENSÉ QUE NO LO CONTARÍA”
Mari Pepa, de 68 años, tenía 50 cuando le detectaron la enfermedad. “Primero me dijeron que tenía microcalcificaciones, entendí que sería una cosa mínima. Pero estando en quirófano llamó el cirujano a mí marido para autorizar que me extirpasen la mama”, relata. Geni, de 66, se encontró con el cáncer de mama a los 49. “En nueve días estaba en quirófano, porque era bastante agresivo”, recuerda. “Pensé que había llegado mi momento. Me pusie ron quimioterapia durante un año y luego el tratamiento hormonal. No era persona, me desequilibré, pero gracias a la AECC salí adelante. Al año me quedé de voluntaria, y eso me ayudó a superarlo totalmente”, confiesa Geni.
LOS PEORES MOMENTOS
Pero hasta llegar a esa total recuperación, transcurrieron muchas noches en vela y malos momentos. Para Mari Pepa, lo peor fue “cuando desperté de la anestesia y vi a mi marido y a mi hijamayor con una cara que no conocía. Entonces, me dijeron que me habían extirpado la mama y que tenía cáncer”. Para Geni, el día más angustioso empezó “cuando subió el cirujano a decirme que debía entrar de nuevo a quirófano, que era más serio de lo que parecía. Esa noche no dormí. No estás preparada, te cae como una losa, me extirparon la mama, me vaciaron la axila…”. Además de la medicina, víctimas como ellas necesitan muchos otros apoyos a su disposición. “Estuve con tratamiento psicológico dos años y medio, porque mi carácter es depresivo. Me hundí. Estaba con tratamiento psicológico individual, hasta que la psicóloga me pasó a terapia de grupo, y entonces dije, ¿de qué me quejo?”, cuenta Geni. Mari Pepa, por su parte, valora la ayuda de la familia, y ambas señalan a la AECC como su gran flotador. Gracias a las asociación, ahora sólo tienen en su boca palabras de ánimo. “Se sale adelante si el diagnóstico es precoz, si se coge a tiempo. Lo más importante es hacer las revisiones. La vida es muy bonita y hay que hacer todo lo posible por no irse de aquí”, advierte Pepa. “¿Alguna vez buscó culpables?”, le pregunto. “No, pero piensas, ¿por qué a mí? Si no he fumado, he llevado una vida sana, he hecho deporte… Pero al que le toca le toca”, responde. Y a ellas, les ha tocado. Ahora, trabajan para ayudar a las demás, etiquetando mamografías en la AECC, visitando a pacientes poco después de ser operadas y, sobre todo, a través de un desfile de lencería y baño con el que llevan once años. “La imagen personal afecta mucho a la mujer, que busca cómo sustituir la mama. A veces, es más duro decirme han extirpado la mama que tengo cáncer de mama”, concluye Pepa.
RESIDENCIA GRATUITA
A través de los trabajadores sociales de los hospitales, llegan a la Residencia Oncológica de la AECC familias que no se pueden permitir hacer frente a los costes de un tratamiento y a la estancia en una ciudad diferente a la suya. La AECC proporciona alojamiento gratuito, en sus 28 habitaciones, a personas que llegan de incluso fuera de España. Cada familia tiene su propia nevera, un comedor -con tobogán-, sala de juegos y todo lo necesario para sentirse en casa.