Marcelino y Paco pasan sus tardes entre coles y tomates. Estos dos jubilados disfrutan de dos de los 200 huertos que se levantan en la ribera del manzanares en el barrio de Perales del Río. Allí, alejados de la urbe, aunque la visión de la M-50 y el paso del AVE rompe de golpe los aires de campiña, vecinos de Perales, Getafe y Orcasitas plantan, riegan y recogen sus pequeñas cosechas de tomates, berenjenas, pimientos o coles. Marcelino también cultiva alguna que otra planta tropical en honor a su mujer dominicana.
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gentedigital.es/Pilar Arroyo
17/9/2010 - 09:10
Todos presumen de no echar mano de la química y dejar a la naturaleza (y a los bichos) hacer su trabajo. La idea surgió hace ya cerca de tres años cuando los propietarios de ese suelo cedieron a la Asociación de Vecinos de Perales las tierras para crear pequeños cultivos enfocados al ocio y el autoconsumo. Ahora hay lista de espera.
Los arrendatarios, que gozan de una cesión de diez años pagan una cuota mensual de 15 euros por un campo de 200 metros cuadrados, donde se les incluye el agua para el riego. De pozo, claro.
Como la demanda es fuerte ya se preparan otros terrenos para dar cabida a otros dos centenares de huertos, aunque en este caso aún se desconoce el método de cesión.
AGRICULTORES DE INTERNET
Pero no todos son jubilados que echan de menos el campo de su pueblo. Junto a ellos están jóvenes como David, Carlos o Gabriel, a quienes su situación de desempleo les ha despertado un nuevo hobby.
Son agricultores de manual que han aprendido las labores agrícolas vía internet. "Yo no había plantado nada en mi vida", dice David, y mira con orgullo las plantas que crecen en su parcela. "Todo lo que plantamos es legal", ironiza un amigo que luce una camiseta a favor de la legalización del cannabis.
También hay familias, que degustan una paella los domingos entre sus propias tomateras. Los que más saben de campo, tiempos y cosechas enseñan a los principiantes. Otros como Alfonso admiten que desde que comenzó con esta afición sus familiares y amigos lo tiene fácil para hacer regalos: libros, sombrero de paja o aperos de labranza para principiantes.
Cuando el sol se pone, y con una bolsa llena de los productoras que esa tarde han recolectado se dirigen al kiosco bar situado junto al lugar donde se aparcan los coches. Una lata de cervecita bien fría y, después a casa a embotar parte de la cosecha, que es imposible comerse tantos kilos de hortalizas. "Hartito de gazpacho he quedado este verano", dice Alfonso.
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