Después de hacer historia en París, Rafael Nadal ya mira a su siguiente objetivo. La temporada de hierba podría suponer su regreso al liderato de la ATP. Los evidentes cambios en su juego le otorgan más posibilidades en otras superficies más rápidas.
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Francisco Quirós
16/6/2017 - 09:19
Llegar a la cima es complicado, pero mantenerse en ella queda sólo al alcance de los privilegiados. Ver a Rafael Nadal una tarde de junio levantando la Copa de los Mosqueteros en la Philippe Chatrier se ha convertido en una costumbre casi tradicional, aunque detrás de esas gloriosas victorias, de esos llantos tendido sobre la tierra batida de París hay mucho más que doce años de diferencia. El viaje de Rafa Nadal desde aquel 2005 ha sido mucho más profundo de lo que indica el tiempo. Ha sido un trayecto por los terrenos más sombríos que puede conocer un deportista, las lesiones, jalonado por algunos resultados que hubiesen llevado a muchos a tirar la toalla.
Porque si algo ha demostrado el tenista balear durante más de una década no ha sido sólo su carácter ganador, sino una capacidad para regresar del infierno, para reiventar su juego tras cada visita al averno deportivo. Sus maltrechas rodillas y el inevitable paso del tiempo han llevado a Nadal y a su equipo a adaptar un estilo cuya mejor representación se pudo ver el pasado domingo en la final de Roland Garros ante Stanislas Wawrinka. Es cierto que el jugador helvético no estuvo demasiado afortunado, pero hay varios datos que llaman poderosamente la atención y que cuestionan el estereotipo que muchos tenían de Nadal. Ganar el 83% de los puntos jugados con su primer servicio desmiente la teoría de que el de Manacor es un mal sacador. Su servicio no está entre los más potentes del circuito ATP, una carencia que contrarresta con la variedad en el golpeo.
Las estadísticas, frías en muchas ocasiones, pero fiables en la mayoría de ellas, sí guardan un paralelismo respecto a las de hace una década: Nadal apenas comete errores no forzados. En la final de París sólo contabilizó una docena de ellos, lo que tiene más mérito si se tiene en cuenta que su juego es ahora mucho más agresivo. A sus 31 años y con varias lesiones importantes en el historial, el balear ya no alarga tanto los peloteos, apelando mucho más a su 'drive' de derecha y explorando un terreno casi virgen en otras etapas de su carrera, las subidas a la red. Ante Wawrinka, Nadal se prodigó en este apartado hasta en veinte ocasiones, lo que le valió para ganar 18 puntos, un 90% de acierto que firmarían los especialistas en otras superficies que no fuera el polvo de ladrillo.
OBJETIVO A LA VISTA
Con esta nueva versión y la confianza totalmente restañada tras unos años complicados, Nadal se ha aupado al número 2 del ranking mundial. Lejos de conformarse con ello, la impronta competitiva le llevará a pelear por el puesto de privilegio de Andy Murray, un relevo que podría darse en pocas semanas. En Wimbledon, el escocés defiende 2.000 puntos, mientras que el español puede sumar muchos tras perderse la edición del año pasado por una lesión de muñeca.
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AUSENCIA EN QUEEN'S: Después de la exitosa temporada de tierra batida, Nadal se está tomando un respiro. De hecho se esperaba que compitiera en el Masters 500 de Queen's, pero finalmente ha optado por descansar, siguiendo los consejos médicos. Wimbledon arrancará el 3 de julio. |
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LOS RIVALES ENGRANDECEN LA GESTA
Con 71 títulos individuales y otros 11 en dobles, el palmarés de Rafael Nadal deja poco lugar a las dudas. Pero para calibrar el verdadero mérito de todos estos triunfos hay que tener en cuenta el contexto histórico. Desde que el tenis se adentrara en la denominada 'era Open', hay ocho jugadores que han marcado un antes y un después en el circuito mundial, con la conquista de varios 'grand slam'. Con su décimo Roland Garros, el decimoquinto grande en su carrera, Nadal ha superado en este apartado a una leyenda como Pete Sampras y sólo tiene por delante a Roger Federer, ganador en dieciocho ocasiones.
Al margen de intentar igualar la estratosférica marca del suizo, el tenista español debe mirar de reojo a Novak Djokovic. El serbio acumula ya 12 títulos de 'grand slam', un dato que, sumado al de Federer, realza la especial dificultad que ha supuesto ganar un grande en la última década.
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