Ha tenido que pasar un lustro para que el cineasta madrileño irrumpiese de nuevo en la cartelera con otra película. Quienes han seguido los pasos profesionales del director desde 'Familia' (1994), no encontrarán una metamorfosis en ‘Amador' con respecto a anteriores títulos.
Archivado en: cine, crítica, Amador, Fernando León, Magaly Solier, Celso Bugallo
gentedigital.es/Marcos Blanco
06/10/2010 - 14:37
León sigue apostando por el denominado cine social y centra su atención, otra vez, en los seres más invisibles, quizá desfavorecidos pero representativos de la sociedad actual. Historias de la calle, sencillas, impactantes.
El director ha dedicado espacio en su filmografía al paro o a la prostitución. Aquí, aborda la inmigración o el abandono de nuestros mayores a través del diálogo narrativo e interpretativo que establecen Marcela, una mujer inmigrante, y Amador, un anciano enfermo. Ella se ve obligada a trabajar y lo hace como su cuidadora. La progresiva relación entre ambos ratifica esa capacidad para confesarse ante un ser desconocido. Desvela filosofías vitales que trazan una intensa unión entre los personajes. Cada uno, a su manera.
León expone en 'Amador' una nueva metáfora de la cotidianeidad, de este mundo cambiante. Marcela representa a decenas de mujeres que llegan a España procedentes del otro lado del charco, Amador expone una realidad en el entorno de la tercera edad, y el filme coloca una serie de piezas en sus vidas que ellos, sobre todo el personaje interpretado por una sobresaliente Magaly Solier, deben encajar como puedan, deban o intuyan.
La fortaleza femenina, el poder del silencio o la capacidad comunicativa, sutil, de las miradas, se ponen de manifiesto en una película capaz de transmitir numerosos sentimientos y pensamientos sin un exceso linguïstico. Nada de palabras baratas durante el desarrollo del filme.
LA ÉTICA DE LAS DECISIONES
Y las decisiones. Somos nuestras decisiones, aunque el pasado nos condicione. En ‘Amador', Marcela lucha por la vida con un amor inagotable, pese a la muerte. He aquí tres conceptos fundamentales de la obra audiovisual. La lograda identificación con los débiles, todo un clásico del cineasta madrileño, genera la empatía necesaria para comprender decisiones poco éticas o morales, aunque se hagan desde la lejanía, una posición muy cómoda para el espectador.
Fernando León no exhibe nada nuevo. Quienes le idolatran, se sentirán orgullosos de esta creación. Quienes le detestan, buscarán defectos de forma o contenido. El otro bando guardará en el recuerdo un trozo de vida, nada más salir del cine.
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