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Máximo Huerta: "Siempre hay segundas oportunidades, ya sea para vengarse o para salir a bailar"

El escritor valenciano mira a la vivacidad de los años 20 en ‘París despertaba tarde' (editorial Planeta). Asegura que esta novela parte de una obsesión.

Archivado en: entrevistas, cultura, literatura, Máximo Huerta

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Foto: Javier Ocaña

Foto: Javier Ocaña

"Nos hemos vuelto personas mucho más grises que las de aquellos años 20"

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Francisco Quirós Soriano
16/2/2024 - 00:11

Para un enamorado de París como Máximo Huerta, siempre existen detalles de la capital francesa con los que deleitarse y, por qué no, indagar sobre su origen. Esa pasión por la ciudad de las luces y la curiosidad suscitada por dos falleras que aparecen en un mosaico del Sagrado Corazón de París han llevado al autor de Utiel a escribir ‘París despertaba tarde'.

Han pasado menos de dos años desde el lanzamiento de ‘Adiós, pequeño'. ¿Llevaba ya tiempo en tu mente la idea de este ‘París despertaba tarde' o te pusiste con ello a raíz de la anterior novela?
Llevo diez años escribiendo e investigando esta novela, posiblemente es la que más año me ha llevado, esta novela es una obsesión loca por los años 20. Llevo ya una década trabajando en ella.

Para esta trama has recuperado a Alice Humbert. ¿Te quedaban cosas pendientes por contar tras ‘Una tienda en París'?
Es una novela autónoma, independiente, que conecta simplemente porque son las mismas protagonistas. Esta novela es una gran historia de amor, de amargura, de luz y de brillo en 1924, con los Juegos Olímpicos de trasfondo. Es una historia independiente, de una mujer que necesita superar una ruptura y aparece ese evento como iluminación.

He leído en entrevistas anteriores que París es una ciudad que te hace sentir muy bien, incluso que la idea de abrir una librería tomó forma viendo uno de los escaparates de esa ciudad. ¿Por qué te has decantado por este momento histórico concreto?
Porque 1924 es el corazón de los años 20, porque coincidieron la cumbre del arte, del deporte, la moda, movimientos de vanguardia... Para mí es el epicentro de la maravilla de lo que sucedió en aquellos años 20. 1924 es un año clave, mágico y muy inspirador. En ese año se hicieron los mosaicos del Sagrado Corazón, que es donde yo encontré a dos valencianas, dos falleras, que hay en el altar y que me hicieron empezar a crear esta historia y a investigar por qué hay dos valencianas en el altar del Sagrado Corazón de París.

¿A qué se debe?
Todo lo que he investigado está en la novela. Las modelos son valencianas y eso es lo que me ha hecho crear la historia.

Lo cierto es que has pintado un fresco muy realista de ese París de 1924, se nota que hay una labor de documentación, no solo por los hechos que relatas, como los JJOO sino, sobre todo, porque consigues trasladar al lector a sus calles de forma precisa, con colores y olores.

Quiero que el libro sea una máquina en el tiempo para los lectores, quiero  que lo disfruten y se enamoren, que se cuelen en los talleres y en las terrazas de París, por eso he querido ser tan detallista en todo el marco.

¿Ha hecho este aspecto que la elaboración te haya llevado más tiempo que en novelas anteriores?
Sí, desde luego, esta es la novela que más elaboración, más documentación, más horas de trabajo... Por eso llevo tantos años construyendo una trama en la que hay cines, artistas, moda, deportistas... muchos elementos complicados de coser. Como todo se ajusta a un año, había que ser muy exacto, he tenido que leer muchos libros, ver películas en blanco y negro, escuchar canciones, ir a museos... Ha sido una labor interesantísima y un regocijo para mí.

Aunque Alice es la gran protagonista, hay personajes como Kiki que también tienen un peso destacado en la novela. ¿Esas ganas de vivirlo todo a fondo hubieran sido tales en otro contexto histórico, es decir, crees que influyó esa dura vivencia de la I Guerra Mundial?
No sé qué pasará en el futuro, pero creo que nos hemos vuelto personas más grises que en los años 20. Ese cóctel de ilusión y amor que se dio en aquella etapa histórica ya no se ha vuelto a repetir. El olvido es fundamental en la vida, y lo que pretendían las personas de esos años de entreguerras, aunque no sabían que vendría otra guerra, era olvidar.

A pesar del duelo por la muerte de su madre y la pérdida de Erno, Alice pelea por seguir adelante. ¿Querías dejar en el lector un poso vitalista, de resiliencia?
Quería en esta novela que el lector disfrutara y que le quedara lo que dicen los franceses: joie de vivre, alegría de vivir. La alegría de vivir de aquellos años me gustaría que contagiara a los lectores que entren en 'París despertaba tarde'.

Sin caer en el ‘spoiler', a pesar del dolor que supone la marcha de Erno, Alice vuelve a abrir su corazón. ¿Es ‘París despertaba tarde' también una historia de segundas oportunidades?
Incluso para la ciudad, porque a París le salieron muy mal los Juegos Olímpicos de 1900 y estos los organizó para vengarse. Todos tenemos una segunda oportunidad para vengarnos o para volver a salir a la pista a bailar. Creo en las segundas oportunidades y en como uno se recompone después del dolor.

Tanto Alice como Kiki ejercen de modelos para los pintores de la época. Llama la atención que, lejos de lo que pudiera pensarse, esas mujeres no eran bien consideradas socialmente.
Eran mujeres que tenían que aguantar el abuso de pintores y el maltrato, pero ellas lo llevaron a su modo. Entendiendo que estamos en 1924, ellas se ofrecían para ser modelos de pintores, a veces se convertían en novias y, en otras ocasiones, eran tratadas como prostitutas. Por eso para mí esta novela es un reconocimiento para todas esas mujeres que fueron modelos anónimas.

Alice se acaba abriendo paso como modista. ¿Existe la meritocracia en la realidad o, desgraciadamente, solo en las historias de ficción?
Creo que en la ficción es donde podemos conseguirlo todo, en la vida real hay muchos elementos que cambian nuestras vidas. Esas cosas solo pasan en la ficción y, en algunos casos, en la vida real.

Otro de los personajes, Madame LeClerq. ¿Fue una adelantada a su tiempo?
Las mujeres de 1924 son mujeres adelantadas, incluso las que eran mayores, que venían del siglo XIX, se acostumbraron a ese cambio de siglo. Son mujeres que de pronto se quedan sin hombres porque se han ido a la guerra y ellas mismas se tienen que sacar las castañas del fuego. Las mujeres de 1924 cambian hasta de forma de vestir: sin corsé, con el pelo corto, fumando en las mesas, saliendo de casa, más liberadas y más vitalistas. Todo ello a pesar de la pobreza existente. También hay que decir que, lógicamente, todos esos cambios no llegaron a todas. Fue un tiempo de empoderamiento para la mujer, eran modelos a imitar.

Imaginando que en la realidad Madame LeClerq se hubiese acercado a alguien como Alice, ¿podemos hablar de sororidad?
Sí. La palabra lo explica muy bien, pero en ese tiempo se llamaría amistad entre amigas, colaboración necesaria para salir de la pobreza y para hacerse fuertes.

Eres un gran amante de la cultura, ¿sirven también tus facetas como escritor y librero para dar las gracias por todo lo que este ámbito te ha dado?

La cultura es lo que nos amamanta a lo largo de nuestra vida, desde la canción que nos canta nuestra madre cuando somos pequeños, lo que comemos, la ropa que ponemos o los cuadros que dibujamos de niños imitando a lo que vemos. La cultura nos envuelve a todos.

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