La directora madrileña lleva a las tablas del Teatro Victoria una adaptación de ‘Cámara lenta', la obra de Eduardo Pavlosky. Se representa hasta el 23 de febrero.
Archivado en: entrevistas, cultura, teatro, Blanca Oteyza
F. Q. Soriano
19/1/2024 - 12:24
A pesar de contar con una trayectoria dilatada en el mundo teatral y de haber estado en 2023 en el Teatro Lara, Blanca Oteyza no disimulaba sus nervios por el nuevo estreno de la obra ‘Cámara lenta', esta vez en el Teatro Victoria (C/ Pez, 17), que estará en cartel todos los viernes hasta el día 23. Sobre esta obra y su carrera hablamos en esta entrevista.
'Cámara lenta' ya se estrenó el año pasado en el Teatro Lara y, además, cuenta con sobrada experiencia en el mundo del teatro. A pesar de ello, ¿genera nervios este debut en el Teatro Victoria?
Para mí todo estreno es una fiesta, y creo que va a ser así de por vida. Con los años que llevo en esto, que me siga generando esta excitación es una alegría, son días que me generan mucha felicidad, sí que es cierto que también muchos nervios y adrenalina, pero de los bonitos.
El público que asista al Teatro Victoria verá una obra que tiene una duración determinada, pero, ¿cuánto tiempo de trabajo hay detrás?
Más o menos, por regla general, desde que un texto cae en mis manos, ya sea como actriz, directora e incluso productora, me suele llevar un año o algo más, menos es casi imposible.
Esta obra de Pavlosky lo escribió en pleno siglo XX, en un contexto muy especial, exiliado en Madrid. ¿Por qué sigue vigente?
Es un texto que a mí me supuso un reto muy grande. Para mí está vigente porque habla de la humanidad de tres personajes, dos hombres y una mujer que deciden seguir la vida juntos en una casa que es su refugio y con una historia que se va desmoronando a pedazos. Para mí esto tiene mucho que ver con lo que sucede en Argentina en esa época, creo que es un paralelismo muy evidente. Con los personajes pasa exactamente lo mismo, hay uno, Dagomar, que ha sido campeón mundial de boxeo, y pasan de estar en lo más alto socialmente ahora prácticamente a no tener para comer por elecciones que han hecho en su vida. Esto no pasará de moda nunca: la humanidad, el amor, la amistad, las consecuencias que tienen elecciones y acciones que realizamos... Conociendo a Argentina y queriéndola como lo hago, tiene mucho que ver con ese país.
En 2022 se estrenaba una película, 'Argentina, 1985', que ha refrescado la memoria colectiva, especialmente en España, sobre la acontecido en la dictadura de Videla. ¿Es esencial conocer toda esa parte para ver esta obra?
No. Al público que ha ido a ver esta obra y que no conoce la historia de Argentina le ha llegado exactamente igual. Desde luego a los argentinos les moviliza de una manera muy especial, hay un guiño con unas imágenes que son impactantes sobre todo para la gente que lo ha vivido. En el ensayo general había mucha gente joven que no conocía esta historia, y eso es un problema porque no están tan alejadas, es un peligro repetirlas, y se conmovieron con la historia de estos tres seres.
Pavlosky era un actor y dramaturgo muy reconocido. ¿Genera más respeto eso, si cabe, a la hora de adaptar una obra suya?
He tenido la suerte de tener textos en las manos de dramaturgos muy importantes. Realmente el reto de este texto fue la poesía que tiene y que llega a mí como unos cuadros que reflejan la vida de estos personajes pero totalmente independientes los unos de los otros. Pensé que era un texto maravilloso, pero me surgía la duda de cómo unirlo. Parece que está conseguido.
¿Había tenido la oportunidad de ver algún montaje anterior?
No, es más, uno de los actores, Héctor Berna, ya la hizo en Argentina. Me quisieron pasar el material pero me negué, no quería ver nada. Es una cosa mía, cuando dirijo prefiero no ver nada.
¿Hay un temor a que pueda condicionar?
Sí, sin duda, sé que me puede condicionar. Era un montaje argentino y yo quería, en cierto modo, salir de ese contexto histórico porque no era lo que más me interesaba sino la humanidad de los personajes, el amor, el desamor, su historia. A través de los personajes fui encontrando ese paralelismo con ese momento político.
Además de Héctor Berna, están sobre el escenario Carmen Gallardo y Patricio Rocco. ¿Ha sido difícil generar la complicidad necesaria entre ellos?
Fue maravilloso porque los tres salen de mi estudio. A quienes están en él, les brindo la oportunidad, dentro de mis posibilidades, de hacer producciones propias, soy productora desde hace muchos años. No fue difícil crear esa complicidad, para nada, llevaban un año ya conmigo, fuimos ensayando la obra entre todos. Sí fue difícil el tránsito, es complejo, como directora y actriz siempre creo en la verdad de los personajes, los egos no quiero verlos, una de las cosas que hemos conseguido que hayan dado un salto a la hora de crear personajes que no tienen que ver con ellos ni siquiera físicamente. Me siento muy orgullosa de estos tres actores, me da un gran placer verles actuando desde la verdad.
Pavlosky fue también psiquiatra. ¿Cree que eso fue clave a la hora de construir la psique de los personajes?
La gente que dirigimos y/o escribimos, si somos actores, lo entendemos de diferente manera, no mejor ni peor. En Pavlosky pasa también, hay una comprensión del ser humano y del actor que vaya a interpretar esta obra que se nota en el texto. Siempre me dicen que hago más caso a los actores que a la técnica, sé que lo que está esperando el actor o la actriz es que alguien les ayude a sacar lo mejor que tienen, no me gustan los espectáculos donde la dirección está por encima de todo. Para esta obra también me he rodeado de grandes profesionales, como Pier Paolo Álvaro y Roger Portal en escenografía y vestuario, Miguel Barón aporta la música...
¿Es difícil mantener la esencia de un texto y, además, sumar un sello personal?
No lo pienso, no intento que se vea mi aportación, simplemente trato de reflejar el lugar emocional en el que me ha impactado. Realmente el teatro se basa en eso, en la emoción, la sensibilidad y los sentimientos. Mi reto es transmitir lo mismo que ha generado a mí ese texto.
Aunque cada espectador sacará, lógicamente, sus propias conclusiones, ¿qué poso le gustaría que dejara 'Cámara lenta'?
Que sientan emoción, sin duda alguna. Me doy cuenta de que he llevado una obra por el buen camino, ya sea interpretándola o dirigiéndola, cuando pasa el tiempo y la gente te lo sigue recordando. Con 'Cámara lenta' ha pasado eso, el público que la vio en el Lara recuerda lo fuerte que es. En este sentido también he sido una privilegiada, he tenido en cartel funciones que han durado mucho tiempo y las he podido repetir porque la gente se sigue acordando de ellas.
Sobre esa conexión con los espectadores, en una época donde hay tantos estímulos, plataformas audiovisuales incluidas, ¿es más complicado atraer al público al teatro?Humanamente es más difícil todo, que vengan al teatro, vayan al cine o a un concierto, porque uno debe tener la voluntad de apagar el teléfono y estar durante una hora y cuarto en silencio, en otro mundo y en una comunión que es muy diferente a los sistemas de comunicación tecnológicos. Para eso uno tiene que querer, tener voluntad. Realmente es un tiempo para uno mismo, no para mostrarse ni para comunicar a tus amigos el 'selfie' de turno. No creas que todo el mundo está dispuesto a pasar hora y cuarto en silencio, no es fácil.
Como buena conocedora de la escena a un lado y al otro del Atlántico, ¿de qué salud goza actualmente el teatro?
La salud es que sigue existiendo y en pie, hay teatros que siguen llenos, pero quienes estamos en el otro lado sabemos que muchas veces se debe a abonos, descuentos, precios reducidos... Económicamente, el teatro, tanto en España como Argentina, no da para vivir exclusivamente de ello, esto es una realidad, los actores tienen que hacer malabares para llegar a final de mes, los que trabajamos, estamos hablando de un gremio en el que casi el 90% de la gente que se dedica a esto no puede trabajar. El éxito es que el teatro sigue existiendo y la gente continúa comprando entradas, es casi milagroso en los tiempos que corren. Me remito a una anécdota: fui una de las actrices y directora de una obra, 'Cuidados intensivos', que estuvo en el Teatro Amaya. Nos pilló la pandemia, pero fuimos de las primeras obras que después del confinamiento salimos a hacer gira. Hemos actuado en teatros vacíos, donde había una persona, con mascarilla, por cada fila. Fuimos viviendo el progreso de ampliación de aforos. Los aplausos que hemos recibido más grandes creo, sinceramente, que no eran para con la obra, sino por la comunión de volver a estar juntos, riéndonos, aplaudiendo y viendo algo todos juntos. Eso se me va a quedar grabado toda la vida. Salía a hablar ante el público y no podía parar de llorar. No sabes lo doloroso que es hacer una comedia en teatros vacíos.
Después de una trayectoria tan extensa, ¿es muy difícil encontrar obras que le estimulen para llevarlo a los escenarios?
La complicada soy yo, el proyecto me tiene que emocionar, simplemente eso. No es un género concreto, pero sí que tenga que ver con la emoción, con el amor, el desamor, la vida, personajes humanos, reales... Me gusta eso.
¿Hay alguna obra que a lo largo de su vida se haya planteado pero que no haya llevado a cabo y que no descarte de cara a un futuro?
Hay un personaje, un monólogo, que volveré a retomar, el de Margarita Xirgu, con el que estuvimos dos temporadas en el Teatro Lara. Eso lo quiero retomar, no solamente aquí sino también en Argentina. En ello estoy.
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