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Fernando Benzo: "Ni siquiera el personaje más villano lo es las 24 horas del día"

El autor madrileño firma ‘Los perseguidos', una novela ambientada en el barrio de San Blas de la década de los 70 que le ha valido para alzarse con el Premio Azorín.

Archivado en: entrevistas, cultura, literatura, Fernando Benzo

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Foto: Javier Ocaña

"Se escribe mucho sobre el amor, pero la amistad también es un sentimiento muy potente para hacer literatura"

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Francisco Quirós Soriano
27/4/2023 - 17:23

La trayectoria profesional de Fernando Benzo ha dado para mucho, ocupando cargos como el de secretario de Estado de Cultura. Esa labor en diferentes administraciones públicas no le ha alejado de una de sus grandes pasiones: la literatura. ‘Los perseguidos' (editorial Planeta) es su nuevo libro, una obra que ya cuenta con un reconocimiento de postín: el Premio Azorín.

Parece complicado imaginar un comienzo mejor para una novela que recibiendo el Premio Azorín.
La verdad es que no podía nacer mejor. Es un premio que, además, para mí tiene mucho significado, lo he estado contemplando en la distancia desde hace muchos años, y que de repente te conviertas en el ganador de un premio como este, que ha formado parte de tu imaginación durante muchos años y que tiene un enorme componente literario, es un arranque maravilloso, no ya sólo para la novela sino también para mí mismo como persona. Me siento orgullosísimo de haberlo obtenido.

Aunque la temática y el género son diferentes, se puede decir que 'Los perseguidos' tiene ciertas conexiones con su anterior novela, 'Los viajeros de la Vía Láctea'.
La conexión fundamental es que tienen como trasfondo a Madrid. Soy madrileño, vivo aquí y Madrid es un escenario muy importante en todos mis libros, tiene una enorme presencia. Una de las virtudes de Madrid es que sirve para cualquier tipo de historia, se puede situar una historia romántica y funciona, también con una policíaca... Puedes hacer lo que quieras, porque como trasfondo literario siempre enriquece la historia que estás contando, siempre añade algo, no es un escenario estático sino que tiene movimiento y vida.

Aquella novela anterior se publicó a mediados de 2021. Viendo este nuevo libro, laborioso y con detalles mimados, ¿estaba trabajando ya en ella durante aquella promoción?
Imagino que estaba empezando a dar las primeras vueltas. Siempre que termino una novela creo que es la última, me entra una especie de vértigo que me hace pensar que ya nunca más seré capaz de escribir una novela, pero de pronto empieza a brotar una semilla que va creciendo y que, cuando te quieres dar cuenta, se ha convertido en una nueva novela. He tardado aproximadamente dos años en alumbrar esta, así que puede ser que sí, que en el momento en el que nacía 'Los viajeros de la Vía Láctea' se sembraba la semilla de 'Los perseguidos'.

¿Cuál fue esa semilla que le llevó a esta historia?

No tengo ni idea. Sólo recuerdo una conversación con un amigo en la que le dije que estaba pensando escribir la historia de una banda de macarras. Él me dijo que era imposible que funcionara esa novela y que, además, no iba a poder sacarla adelante. Sólo a partir de esa frase comenzó a surgir la historia, y este amigo, que se acercó a la presentación del libro, me comentaba que se estaba acordando de aquella conversación y de la poca fe que tuvo en mí.

Se ha hecho alguna comparación con Hell's Kitchen, de la película 'Sleepers'. ¿Está de acuerdo?
Vi 'Sleepers' hace mucho tiempo. Me lo han dicho varias personas, pero la verdad es que en esta novela sí hay muchas referencias de mis lecturas y cinematográficas, influencias de todo ese mundo cultural que uno tiene en la cabeza y debo confesar que uno de ellos no es 'Sleepers', no forma parte, al menos de manera consciente, de esas influencias.

Dos de los personajes, Peyo y Dardo, son producto de la ficción, pero bien podrían ser reales. Una vez más, la línea entre la ficción y realidad es muy difusa.
La novela pivota sobre dos cuestiones fundamentales: por un lado, la investigación de una trama de corrupción y de crimen que está haciendo en nuestros días una periodista, Daniela, que es un personaje fundamental; y luego están Peyo y Dardo, sobre los que se cuenta su historia a lo largo de varias décadas, que son dos macarras que van progresando. Dardo y Peyo son, para mí, dos personajes muy distintos entre sí cuya relación me resulta muy atractiva de contar, hay amistad, traición, lealtad y deslealtad entre ellos. Responde a un tema que siempre me ha gustado plasmar en mis novelas, la amistad; escribimos mucho sobre el amor, pero la amistad es también un sentimiento muy potente e interesante literariamente. En el caso de Dardo y Peyo se produce una intensa relación de amistad, con altibajos, traiciones, decepciones... que se prolonga a lo largo de toda su vida.

Esos encuentros en los recreativos Cosmos, la amistad de las que habla... ¿Se han perdido esos códigos de barrio?
Se han perdido por completo, se ha perdido la calle en general, ya no se vive en ella como antes. Cuando me documentaba para la novela, una imagen que se me quedó grabada y a partir de la cual fui construyendo el universo juvenil es algo que leí en un artículo sobre el barrio de San Blas, donde se sitúa el origen de estos personajes, lo describía diciendo que en los años 70 ibas por sus calles y podías ver a grupos de chavales que estaban allí sin hacer absolutamente nada, no iban al colegio, como mucho tocaban un ritmo sobre la chapa de un coche para entretenerse. Esa es la idea, esos personajes tenían que vivir, crecer y, sobre todo, sobrevivir en la calle; la calle es muy peligrosa en muchos sentidos y tiene muchos riesgos, con lo cual, vivir en la calle es, sobre todo, un ejercicio de supervivencia.

Dejando a un lado la tremenda huella que dejó la heroína en barrios como ese de San Blas, ¿ya no existe una realidad parecida en la actualidad o simplemente es que no reparamos en ella?

La sociedad ha avanzado mucho desde aquellos oscurísimos años 70. Hoy en día pensar en docenas de chicos sin escolarizar, cumpliendo años y pasándolos en la calle se hace difícil, hay un sistema institucional y cultural que lo impiden. Por supuesto siempre habrá una cuota de marginalidad, pero gracias a Dios creo que se ha reducido considerablemente. Claro que hay que seguir avanzando y prestando ayuda a determinados colectivos, aunque no es tan masivo como en aquellas décadas.  

Otro de los personajes que aparecen en la novela es Lazic. ¿Está basado en alguien?

La novela está llena de elementos sacados de la realidad. En este caso, que en apariencia puede pensarse en uno de los mayores elementos de ficción por tratarse de un exmilitar serbio, mafioso que, además, tiene cierta costumbre caníbal, pero nada más lejos de la realidad. Es absolutamente cierto el perfil al que responde Zoran Lazic. En determinados exmilitares de la antigua Yugoslavia existían tradiciones que incluían acciones de antropofagia. Una vez más, se cumple ese dicho de que la realidad supera a la ficción, lo que puede parecer la idea más loca del autor en una novela, en realidad responde a algo verídico.

Volviendo a Peyo y Dardo, llevan a cabo acciones que son censurables, pero en otras hacen gala de un sentido casi de solidaridad. ¿Solemos caer demasiado en la idea de que alguien sólo está en un extremo, es decir, que es bueno o malo?
Incluso el personaje o la persona más mala no lo es 24 horas al día, puede ser un gran delincuente o asesino pero, al mismo tiempo, va a tener otra vertiente, por ejemplo, se puede tener una pareja o una familia a la que se quiere mucho o unos hijos que te inspira ternura. Con estos personajes ocurre eso, si no serían demasiado planos. Lo que he querido es contar toda su vida y todas sus dimensiones pero, sobre todo, no he querido juzgarles; quiero pensar que no es una novela maniquea donde los buenos son muy buenos y los malos son muy malos, todos tenemos lados luminosos y oscuros, y eso es algo que también sucede con estos personajes. No emito juicios, cada lector, cuando la termine, debe decidir qué personajes le gusta, cuáles no y qué cosas son condenables. Eso forma parte del diálogo entre autor y lector.

¿Tenía claro desde el primer momento que el personaje de Daniela debiera ser mujer?
Sí, desde el primer momento Daniela fue mujer. En mi novela anterior, 'Los viajeros de la Vía Láctea', por primera vez usé la voz narrativa de personajes femeninos, fue todo un reto literario para mí porque era una novedad, encontré que era enormemente atractivo y complicado a la vez. Ya he cogido ese camino, me gusta tener una voz femenina y más en este relato, que quizás era demasiado masculino, podía tener un exceso de testosterona, así que indiscutiblemente necesitaba un personaje femenino. Daniela, en muchos sentidos, aunque es una mujer de carácter fuerte, aporta la visión femenina en muchos conflictos y creo que es el contrapunto perfecto para estos villanos.

Hablando sobre la investigación de Daniela, ¿nos falta valentía a los periodistas?
Nos falta valentía a todos. Daniela es valiente pero sensata, su instinto le dice que hay algo interesante por descubrir y se lanza con valentía. Los que son cobardes son los poderes que pueden dirigir el mundo. La persona que es periodista y está en la calle, como en este caso Daniela, creo que es valiente, pero no se puede generalizar, en todas las profesiones hay ejemplos de valientes y cobardes, incluso una misma persona podemos ser a veces valiente y en otras cobarde.

En relación a su trayectoria, ¿sobre qué le queda por escribir?

¡Uy, de todo! A la hora de escribir, me machaca en la cabeza ese dicho de que los escritores están siempre escribiendo la misma novela. Debo decir que hay un trasfondo de verdad, hay algo común en las novelas de un mismo autor, pero al mismo tiempo trato de luchar contra eso, intento que cada novela sea diferente. Si coges mis tres últimas novelas, son muy diferentes entre sí, aunque también tienen ciertos elementos comunes. Ahora mismo tengo una semilla en la cabeza que no es tan diferente, enlaza con el universo que he creado en 'Los perseguidos'.

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